Todas hemos fracasado en algo. Es una de esas experiencias humanas de las que no puedes escapar. Da igual tu género, clase, o nacionalidad: en algún momento en tu vida te vas a ver con el agrio sabor del fracaso en la boca y diciéndote algo como “vaya mierda”.
Pero para hablar de fracaso primero tenemos que hablar del éxito. Y aunque no lo parezca, son términos complicados de describir, y sobre todo, extremadamente variables dependiendo de la cultura, o de la persona, o del contexto. Lo que yo entiendo como éxito puede ser un fracaso para una persona (ej.: no tener hijos), o lo que en principio parece un éxito puede acabar siendo un fracaso al final (ej. trabajar). Esto es importante: el fracaso, como el éxito, son términos mutables.
—Pero Eduardo, —puede que digáis— ¿ni un hola ni nada'? ¿Y ya te pones a teorizar? De verdad, hija, cómo eres.
Vale, os cuento.
Hace poco me he enfrentado al fracaso. O en otras palabras, me he comido una serie de mierdas importantes. Como escritor y pseudoacadémico1 siento que tengo una relación más cercana con el fracaso que el resto de mis compañeros humanos. Por ejemplo, he escrito varias novelas y he mandado varias a editoriales, pero por ahora solo una ha tenido la suerte de publicarse.2 He perdido la cuenta de la cantidad de relatos que he mandado a revistas y antologías y por ahora solo he publicado… dos (he tenido que parar a pensarlo).
Como académico, tampoco he tenido mucha suerte. Llevo dos años echando becas para hacer un doctorado, y todavía no ha sonado la flauta. Este año, de hecho, me puesto bastante las pilas con el tema y he invertido mucho tiempo y esfuerzo en desarrollar un buen proyecto y en echar todas las becas que pudiera. Eché nueve becas, pero nada: rechazo en todas. Hace poco me llegó la carta de rechazo de la última beca que esperaba.
—Por dios Eduarda Norte, deja de llorar. Es patético.
No lo digo para que os compadezcáis. Yo ya sabía que la escritura y la academia de humanidades son carreras competitivas, duras y precarias, y que me comería muchas mierdas, rechazos y sinsabores. No pasa nada. Estoy en paz con ello.
Pero estos meses, rechazo tras rechazo, y después de todo el trabajo y tiempo que había puesto en las becas, la carga del fracaso cada vez me pesa más y últimamente he pensado en dejar la academia. Dejarme de doctorado y la investigación y dedicarme a dar clases en un instituto y escribir novelas sobre perros alienígenas en mis ratos libres.
Eso para mí sería un fracaso. Después de todo lo que he sacrificado por mi carrera (me he mudado de país, un máster de varios miles de libras, y muchas, muchas horas de trabajo). ¿Y todo a la basura?
He pensado mucho en eso. En fracasar. Sé que si lo dejo lo sentiría como un fracaso. ¿Y qué pasaría después? ¿Sería más feliz? ¿Más triste? ¿Más libre?
Leyendo sobre el tema me encontré con El arte queer del fracaso (ed. Egales, 2018), de de J. Halberstam.3 En el libro, el autor estudia el fracaso como “un acto de resistencia”, como una “performance de disidencia”. En otras palabras, el fracaso sería un acto de rebelión, de resistencia contra la violencia del sistema. Su teoría es que el fracaso puede ser más transformador que el éxito, y que de hecho el fracaso podría llevar a unas posibilidades revolucionaras que se negarían por la lógica del éxito. Por poner un ejemplo: si me hubieran dado la beca de doctorado, tendría que haber firmado un contrato con una Universidad y el cuerpo monetario para escribir mi tesis y darles resultados, que en ultima instancia beneficiarían a la universidad, a la institución gubernamental, y en definitiva, al sistema. Pero como no me lo han dado, estoy escribiendo estos boletines chulísimos que me permiten hacer cosas que el doctorado no me permite. Como por ejemplo, decir “me he comido una mierda”, o leerme un libro no relacionado estrictamente con mi tesis.
Pero ANTENTAS, porque J.H. no quiere darle la vuelta al binomio éxito-fracaso. Él no quiere que pensemos que, en palabras del gran RuPaul4, losing is the new winning. Quiere que lo miremos de otra manera, más allá de perder o ganar. Quiere que dejemos de pensar en términos binarios de derrota o victoria, que pensemos y vivamos por encima de nuestros éxitos y nuestros fracasos. Y eso sí es algo que encuentro profundamente transformador. No tengo que pensar en mi carrera, o en mi vida, como una serie de fracasos y victorias, sino como un aprendizaje, como un viaje, como un espectro que evoluciona y cambia. No tenemos que buscar el éxito, o el fracaso: solo tenemos que vivir.
Algo muy parecido dijo la estupenda y fantástica Virginia Woolf unos cien años antes, una cita que tengo de hecho escrita en un post it delante de mí, justo ahora:
There is no need to hurry, no need to sparkle. No need to be anyone but oneself.
No hay necesidad de correr, no hay necesidad de brillar. No es necesario ser nadie salvo una misma.
Ya, ya lo sé, suena tremendamente cliché y cursi. Pero es verdad: antes de pensar en éxitos o fracasos, una tiene que pensar quién es. Antes de pensar en publicar una novela o hacer un doctorado debería pensar qué tipo de escritor y profesor quiero ser. Y eso va a estar condicionado por los rechazos, los éxitos, los consejos, las personas que me rodean, mi trabajo y en definitiva, por cómo navegamos este mundo competitivo y extraño.
En cualquier caso, lo que Halberstam nos recuerda es que está bien caminar sin rumbo ni objetivo. No tenemos por qué saber qué queremos ni hacia dónde vamos, ni pensar en nuestra vida en términos de fracaso o éxito. Pensar más allá de esos términos nos libera, nos permite vivir por encima de esas estructuras y centrarnos solamente en vivir, en ser nosotras mismas.
Sea lo que sea eso.
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Yo sé que quieres saberlo, no te hagas de rogar: esto es lo que he estado escuchando las últimas semanas.
Hasta aquí
Ya sabes lo que hacer.
Estoy cansado y hace calor. Y estoy en un congreso, ¿sabes? Bueno, supongo que eso te da igual.
Por favor, hazme las cosas más fáciles.
Solo te pido una cosa, una sola cosa para que me hagas feliz
Para las recién llegadas: trabajo como asistente en una universidad y llevo todo el año pidiendo becas para hacer el doctorado.
Por si no te has enterado: publico Cartas agupianas a final de junio.
Todos los links de Bookshop son de afiliado. Eso significa que si compras el libro a través de ese enlace, yo me llevo unas pesetillas.
O de la persona que le haya escrito la canción.
Ay, amiga, cómo te entiendo en lo de los rechazos editoriales y dejar de contarlos. Seguro que Cartas agupianas lo peta 🤗
Pues esta noche el que se la comió entera fui yo. El show en que estoy no quedó muy bueno y yo contribui bastante a que no fuera todo lo increíble que puede ser. Así que leer esto justo ahora fue como un bálsamo.