Esta semana estaba escuchando el programa ¿Sigues ahí? con Samantha Hudson y Jordi Cruz (el bueno, el de Art Attack, no el de Masterchef). Era un programa con Quantum Fracture, el YouTuber que habla de ciencia, y en algún momento salió el tema de qué era un agujero negro. El invitado lo describió como “un lugar en el que entras y no sales”, y automáticamente Jordi Cruz y Samantha Hudson respondieron: “como un after”.
Dejando de lado el tema de ciencia (y los afters), me dio por pensar en todos los agujeros de gusano en los que me he metido en mi vida. Agujeros de gusano metafóricos, temas, programas, novelas y demás, en los que en algún momento me metí y nunca más salí. Uno de ellos, el más reciente, es RuPaul’s Drag Race.
Por si has estado viviendo debajo de una piedra, o vives completamente desconectado del ambiente1, RuPaul’s Drag Race es un reality show americano en el que varias travestis compiten por el título de superestrella drag. El show se empezó a emitir en 2009, y ya va por su temporada número 14, sin contar las franquicias que han salido del programa original (e.g.: Drag Race All Stars, Drag Race España, o Drag Race UK, por nombrar solo unas pocas). El programa es conocido por llevar la cultura travesti al mainstream, una cultura que hunde sus raíces en nuestra cultura y sobre la que no me voy a poner a disertar ahora porque, sinceramente, no me apetece.2 Las concursantas compiten en una serie de pruebas que incluye la confección de vestidos o pruebas de imitación (aka Snatch Game).
Yo, habiendo estudiado Estudios Ingleses rodeada de gente queer, por supuesto que estaba al tanto de este fenómeno. Pero como yo nunca he sido de seguir reality shows, y a eso súmale un poquitín de homofobia interiorizada, siempre respondía lo mismo: “no lo quiero ver porque sé que si me meto en ese pozo nunca saldré”.
Y madre mía, qué razón tenía.
Fue el año pasado, en casa de un ligue de Tinder y su pareja3, me pusieron a traición el nuevo capítulo de Drag Race de la temporada 13. Me tuvieron que explicar lo del maxi challenge, el top y el bottom, el lip sync, el shantay you stay y el shasay away. Para cuando acabó el capítulo, y me fui a mi casa, ya tenía media pata metida en el agujero negro. Al cabo de unas semanas, cuando sacaron la temporada completa en Netflix, decidí averiguar quién se había llevado la corona. Y el resto es historia.
Desde entonces, no ha pasado una semana sin que haya visto algo relacionado con Drag Race. Lo digo en serio. Durante estos meses, me he hecho un máster de Drag Race (que no de cultura drag). Lo he consumido todo, desde los programas en sí hasta los untucked4, pasando por una variedad de podcasts en las que comentan los episodios. Me he visto las temporadas internacionales, los All Stars, he escuchado podcasts y he visto vídeos de YouTube sobre los programas. Qué coño, que estoy pagando por WOW, el Netflix de Drag Race, para ver todo el contenido que las travestis de RuPaul tienen que ofrecerme.
Y todo este consumo indecente de travestis me ha cambiado profundamente, me ha convertido en un ser que no sabía que podía ser, obsesionado con travestis que viven en Palm Springs, y babeando ante idea de un Drag Race internacional. Soy como un forofo de fútbol que se pinta la cara con los colores de su equipo, pero en marica y con travestis.
Y por eso, hoy me siento en la posición de daros una serie de razones para (no) ver Drag Race. Porque si bien lo recomiendo, también pienso que este programa debería llevar la misma etiqueta que el tabaco: CONSUMIR DRAG RACE PUEDE SER PELIGROSO PARA SU SALUD.
Razones para (no) ver Drag Race
Es infinito. En serio. Nunca se acaba. 14 temporadas estadounidenses, 6 All Stars5, las Internacionales (España, Canadá, UK, Tailanda, Holanda, Italia), los untucked… y la maquinaria sigue rodando. Ni si quiera yo, que vivo obsesionado con travestis, puedo verlo todo. Pero eso es lo bueno: no tienes por qué. Aunque hay mucha autoreferencia, se puede ver una temporada de España y cagarte en el resto.
Es un chute de cultura. Una cosa que te va a dar Drag Race en todos sus formatos es un bofetón de cultura. Vas a descubrir muchísima música nueva, historia y costumbres queer, diseño de moda, iconos audiovisuales… ¿lo malo? 1. Apenas se exploran estas cuestiones culturales, y 2. en su mayoría es cultura estadounidense.
El fandom. Es muy activo y te vas a hartar de contenido y opiniones, por eso no te preocupes. Es que, si quieres, puedes saber qué travestis van a haber en la próxima competición de Drag Race porque ya se ha filtrado. Lo malo, es un fandom que tiende a ser tóxico. No son pocos los incidentes de abuso a travestis en Redes Sociales por parte de fans del programa.
Es buena tele. El formato es novedoso, no se parece a nada que hayas visto antes. Es entretenido y gracioso. Además, siempre tiene un pequeño giro, especialmente en las ediciones All Stars, que te sorprende aunque seas una experta. Si lo ves sin spoilers, además, mola bastante ver quién va ganando y perdiendo. Lo malo es que el formato engancha, y es una droga de la que es difícil salir.
Es una plataforma de travestis. Realmente lo es. Descubres innumerables artistas con muchísimo talento y es una manera estupenda para entrar a este mundo. Sin embargo, es muy fácil quedarse en la puerta de entrada y no ver que hay mundo más allá de Drag Race.
Y ya está. Me voy a seguir escribiendo mi propuesta de investigación para el doctorado, que falta me hace.
Si a ti también te gusta Drag Race, tengo los DMs abiertos para que me digas cuál es tu travesti y temporada favorita. ¿La mía? Pregúntamelo, perra
No me puedo creer que tenga que explicar esto, pero por si acaso, entiéndase ambiente como espacios LGBTQ+ en todo su espectro
Pero es fuerte la cosa. Las personas se han estado vistiendo del género opuesto desde que exite el género. Por si a ti sí que te apetece, un aperitivo: este programa sobre travestis barrocas en Carne Cruda. Canela en rama.
No preguntéis.
Los untucked son unos episodios de 20 minutos en los que las travestis hablan de lo que ha pasado en el escenario. Suele haber movida.
Temporadas en las que participan travestis de otras ediciones.