Nada que hacer
Sobre el verano, sobre no hacer nada, sobre Carmen Laforet y sobre mí. Un montón de cosas, hoy.
Solía tener sentimientos conflictivos hacia el verano. Y aún los tengo, pero eran más agudos en el pasado.
No es por el cliché del calor, aunque sin duda algo influye. Soy una persona lo suficientemente flexible como para disfrutar de igual forma el frío y el calor. No, lo que me hacía detestar el verano es porque nada pasa durante el verano. La gente se va de vacaciones, todo se detiene y el calendario se te llena de nada. Solo te queda seguirle el ritmo —lento— al resto del mundo.
No me gusta tumbarme al sol en la playa y sencillamente no hacer nada. No me termina de gustar la sensación de levantarme todos los días y no tener nada que hacer. Siento que está mal, que debería ocupar mis horas leyendo, escribiendo, trabajando. Haciendo algo, cualquier cosa menos nada. Pero el verano es la epítome del descanso, del no hacer nada, de ese dolce far niente del que tantas veces he renegado.
Sé que es fruto de mi propio privilegio, y algunas podréis decir —y con razón— que si tanto odio no hacer nada siempre puedo ponerme a servir copas en un bar. Touché. Por eso cierro cremallera y me guardo mi pequeña cruzada veraniega para mí.
También sé que es inútil: todos los años ha de llegar el verano, todos los años se tiene que parar, dejar que la nada te invada, descansar y disfrutar de la ausencia de prisa.
Hace tiempo que abandoné mi lucha contra el verano, y he acabado por verlo como un aliado. Entiendo ahora el verano como una época de reseteo, de transformación. Una oportunidad para meterse en una crisálida de crema solar, arena y sol y salir renovada, descansada, lista para afrontar las injusticias del invierno. De la nada al todo.
En septiembre, si todo va bien, empezaré mi tesis doctoral. Lo haré sin beca, mientras doy clases y escribo. Tengo ilusión, pero también tengo miedo. Tengo miedo a equivocarme, a verme sobrepasado, a abandonar y tener que encontrar un nuevo camino. Llevo queriendo hacer esta tesis tanto tiempo que no recuerdo otro plan de futuro. ¿Hacia dónde iré si esto no me sale bien? En algunas tardes de verano la nada deja brotar esas preguntas insidiosas, hiedra venenosa que crece en las paredes de mi cerebro cuando el calendario se me vacía.
Estos días de verano en los que el tiempo se detiene y la nada me llena me recuerdo que los problemas del futuro, del futuro son. Que la nada es una oportunidad de construir un algo. Quiero convertir este verano presente en un remanso de pausa, quiero emplear las tardes de verano en curarme las heridas, refugiarme en los libros, vivir un presente que no se volverá a repetir. Sé que estos son los días que echaré de menos.
💌 El futuro de este boletín
Ahora que llega el verano y todo se detiene un poco, me veo obligado a remodelar esta pequeña cita que tengo contigo todos los veranos. Seguirás recibiendo el Movidas Bookclub este verano, pero será:
…de periodicidad aleatoria. Te la mandaré cuando me rote, vaya.
..más cortita, porque en verano cuesta más pensar cosas bonitas.
…igual de chula, eso siempre.
Me gustaría llamarlo Movidas Bookclub Summer Edition pero ya está muy visto, y en esta mañana de sábado no tengo los brains para conjurar algo original. Así que se queda como está pero cuando te llegue el correo verás un sol ☀ en el título. Grounbreaking, I know.
💢 Nada
Ando leyendo, Nada de Carmen Laforet. Lo intenté leer hace unos cuantos veranos, pero lo abandoné. Ahora lo vuelvo a intentar. Llevo 40 páginas, pero la prosa fina y los pequeños conflictos que van surgiendo ya me tienen enganchado.
Nada se llevó el primer Premio Nadal en 1944 y Laforet se convirtió en un fenómeno literario, siendo todavía muy joven. Sorprende que sea una primera novela, por lo buena que es. Azorín (of all people) dijo sobre ella: “¿Qué es eso de publicar una bellísima novela a esa edad en que se suelen publicar tanteos, probaturas, ensayos? De antuvión, quiero de un golpe, sin decir 'agua va', que usted publica, estampa, lanza al público, nos pone ante las narices, una novela magistral.”
Escribió poco después del éxito de su Nada: unos cuantos cuentos, y alguna que otra novela de éxito templado. Se decía que rompía más páginas que las que escribía y a su biógrafa le dijo más de una vez que padecía de grafofobia, miedo a escribir.
Yo no he publicado ningún bestseller extraordinario que Azorín clasificase como “magistral”1, pero entiendo ese miedo a la página en blanco, a que se juzguen tus palabras. A no escribir para sentirse a salvo, a encontrar la paz en el silencio escrito.
Apenas estoy rascando la punta del iceberg que es esta historia, la de la novela y la de Laforet. Pero sorprende lo diáfano de su obra, el impacto que ha tenido en nuestra literatura y los interminables estudios que se han hecho sobre Nada. Me sorprende la modernidad de sus palabras, la forma en que podría haberse escrito ayer.
Laforet, en Nada, escribe:
Unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, otros para mirar la vida. Yo tenía un pequeño y ruin papel de espectadora. Imposible salirme de él. Imposible libertarme.
¿Quién no se ha sentido así, alguna vez?
📋 Las cosas veraniegas
Si os interesa la figura de Carmen Laforet tanto como a mí estos días, este documental de RTVE está muy bien.
La película Ventajas de viajar en tren (que tenéis también en RTVE). Loquísima, intrigante, impactante. Pilar Castro está pa comérsela.
La newsletter de
, que esta semana también habla sobre detenerse.Esta canción:
👋 Adiós, amiga
Nos vemos por el Internet. Cuídate y ponte crema solar, ¿eh? Que no me entere yo que sales al sol sin untarte en crema.
Pero sí he escrito una novela sobre un perro alien que a mí me parece decente.
Amiga, esto ha sido Peak Movidas Bookclub, somehow 🩷✨