Contra la ciudad monstruo
Sobre ciudades monstruo, la queja ciudadana, València, yo y Sanchís Guarner. Y bancos en llamas.
Si tienes la suerte de estar en la fantástica ciudad española de Valencia hasta el 23 de abril, podrás visitar la exposición de La Nau “València 1972: Hacia la ciudad monstruo. 50 aniversario del libro de Manuel Sanchís Guarner”.
Si, como yo, eres una tremenda ignorante, es posible que no sepas que Manuel Sanchís Guarner fue un reconocido filólogo e historiador valenciano que escribió ‘La ciutat de València. Síntesi d’historia i geografia urbana’ (1972, Círculo de Bellas Artes, Valencia). Este libro repasa la historia de la ciudad desde sus orígenes hasta los años 30, y despertó una conciencia urbana que en el contexto del desarrollo urbanístico de los años 70 en España resultó muy importante.
La exposición de La Nau reconstruye la capital valenciana de 1972, la compara con la actual y reflexiona sobre esa ciudad monstruo en la que pudo haberse convertido, al mismo tiempo que rinde un homenaje a Sanchís Guarner y su trabajo.
Hay dos cosas que me interesan muchísimo de todo esto, y creo que a ti también: en primer lugar, el poder transformador del texto de Sanchís Guarner. Josep Boira, catedrático de geografía y comisario de esta exposición, dice:
La obra de Manuel Sanchis Guarner se ha de entender, pues, como una reacción cívica contra el urbanismo depredador del franquismo, la destrucción de la memoria, el arrinconamiento de la tradición urbana, vital y cívica, y contra el intento también de construir una ciudad sin personalidad. Su carácter transversal hizo que decenas y decenas de jóvenes profesionales (muchas mujeres, por cierto) (…) empezaran a ser conscientes del pasado y del patrimonio de la ciudad donde vivían. (…) Gracias a su obra, en el 2022 tenemos una ciudad mejor que aquella València a punto de convertirse en una “ciudad monstruo”.1
Boira dice explícitamente que sin la obra de Guarner, sin esa mirada al pasado y a la historia de la ciudad, es más que posible que los planes urbanísticos franquistas nos hubieran arrebatado el presente que conocemos. ¿No te parece fascinante que un texto despertara tantas conciencias, cambiaran el rumbo de los planes y eventualmente, transformara una ciudad entera?
La segunda es el propio término “ciudad monstruo”, por lo evocador y lo acertado, y lo bien que encaja en nuestras preocupaciones contemporáneas. Lo acuña el arquitecto-doctor Salvador Pascual en 1972, para advertir lo cerca que estaba la capital valenciana de convertirse en una. No creo que tenga que explicarte qué es una ciudad monstruo, porque es posible que vivas en una. Una ciudad donde la infraestructura no está al servicio de los ciudadanos, donde la vida se hace complicada, incómoda, sino imposible. Madrid, Londres, París. Un crecimiento desbocado, sin plan ni cuidado.
En 1972, Pascual ya lo explica con precisión sobrecogedora:
Sigue creciendo la ciudad más y llega un momento en que sus dimensiones, el número de habitantes y las necesidades del conjunto urbano son tan elevadas que no basta con una reestructuración de la antigua ciudad. Ya nada es útil, y entonces la ciudad es un «monstruo» que domina a todos y a nadie sirve, por lo que sus habitantes no son felices. Las distancias quitan el tiempo a sus habitantes, que necesitan para trabajar, para descansar o para divertirse. Se eleva el presupuesto familiar al aumentar los gastos individuales. Los gases hacen antihigiénica la ciudad. Nadie se conoce. No hay control individual ni familiar. Los nervios se desbordan y todos desean salir de ella. Aprovechan los domingos y fines de semana para salir al campo, huyendo de la asfixia que produce la «ciudad monstruo» que se ha creado.
Yo siempre me he considerado una persona urbanita. Siempre me han gustado las ciudades, o la idea de vivir en las ciudades. He romantizado Londres, he querido vivir en Madrid o en Barcelona, mudarme a Nueva York. He visto a amigas mías dejarlo todo por vivir en estas ciudades, y las he comprendido. Por las oportunidades, por el espacio, por la cultura, y sobre todo, por las personas.
Después de mucha reflexión, creo que es por eso por lo que me llama la vida en las ciudades. Las personas que la componen. También creo que las ciudades monstruo lo son por haberse olvidado de las personas, por no estar al servicio de ellas.
No voy a hacer reflexiones sobre urbanismo porque tengo un mínimo de vergüenza, pero me parece importante recordar que las ciudades las hacemos nosotras. A través de nuestra existencia, nuestra relación comunal, y también nuestra queja, nuestra acción vecinal. Valencia no se convirtió en una ciudad monstruo porque alguien alzó una voz, y después alguien alzó otra. Y así.
En Aberystwyth, la ciudad donde vivo, hacen falta pasos de cebra. Hay varios cruces donde te pasas un buen rato esperando a que terminen de pasar los coches, o a que alguien te deje pasar, lo que suceda antes. Llevo un tiempo pensando en quejarme, pero al final la vida se me lleva por delante. El trabajo, limpiar la casa, ir al gimnasio. Todos los días lo pienso, que alguien debería quejarse. Pero nunca me quejo.
Creo que es hora de quejarme.
No te quiero decir lo que tienes que hacer, amiga, pero a lo mejor tú deberías hacer lo mismo.
📋 Las cosas monstruosas
Notion, la aplicación de notas definitiva. Me ha llevado un tiempo acostumbrarme, y construirla, pero creo que finalmente me he convertido en una Notion girl. Es un poquito difícil de entender al principio, pero vale la pena si eres de esas personas que tienen notas por todas partes, incluidos los mensajes en WhatsApp.
El boletín de
y su última entrega sobre Gloria Fuertes: “Un artista que se queda en casa no es un artista”.Este poema en Instagram, que mezcla lo escatológico con lo romántico. Me gustó mucho.
He terminado de leer Lodo, de Julen Azcona (Editorial Dos Bigotes, 2021) y puedo confirmar que es bueno: un thriller ambientado en la España rural, de varias capas, cocinado a fuego lento. Tiene regusto trágico y a veces huele mal, está bien escrito y me conmovió más de una vez. Si eres un maricón entre 20 y 30 años, con problemas con los hombres y un futuro laboral incierto, te va a gustar. Confía en mí.
He visto Station Eleven, una serie post-apocalíptica que se aleja de las convenciones del género mientras se acerca a Shakespeare. Se desarrolla despacio, y el primer episodio es un poco coñazo, pero hang in there, amiga. Te prometo que mejora.
Esta canción tiene uno de los estribillos más satisfactorios que he escuchado, no te lo pierdas:
🔥 Arte en llamas
Hace poco he descubierto el trabajo de Alex Schaefer, un artista de Los Ángeles conocido por pintar bancos en llamas.
🌠 La oportunidad
No sé si lo sabes, porque tampoco te lo he contado por aquí, pero llevo unos meses coordinando la Opportunity, la revista oficial de la asociación Pórtico2. Hace poco ha salido el primer número dirigido por un servidor y podéis descargarlo aquí.
Es gratis, porque paga Pórtico, pero si te gusta mucho, mucho puedes donar unas pesetillas a la Asociación.
Si os gusta la literatura de género, además, os recomiendo seguir la cuenta de la revista en Twitter. Cada tres meses publicamos número con una entrevista, un relato y un artículo: echarle un vistazo, porque vale la pena.
☕ El cafecito
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👋 Adiós, amiga
Tres consejos mágicos que te regalo antes de marcharnos:
Apaga el teléfono y olvida dónde lo has dejado, al menos un rato. No es fácil conseguirlo, pero vale la pena.
Busca diez minutos al día para sentarte a leer un poema, con un lápiz en la mano. Subráyalo, piensa en las palabras, en el ritmo, en cómo te sientes. Léelo en voz alta, varias veces.
Piensa en tres cosas buenas que te pasaron ayer. Pueden ser tres cosas tontas, como comerte un mango, hacerte una mascarilla o haber dormido bien. Haz el ejercicio de pensar en esas cosas de vez en cuando.
Si os interesa el tema, os interesará el artículo completo de La Vanguardia.
Es decir, la Asociación Española de Ciencia Ficción, Fantasía y Terror.