🩸 Un sacrificio
Sobre sacrificios, sobre escribir, sobre Aurora Venturini. Ilustración digital, consumismo, Viernes Negro, yo mismo. ¡YO MISMO!
Si tengo que recomendaros algo esta semana, es que escuchéis Deforme Semanal. Isabel Calderón y Lucía Litjmaer siempre traen algo que vale la pena escuchar. Esta semana, me han descubierto la figura de Aurora Venturini. He adorado cómo lo cuenta Lucía en el podcast, todo lo que dice sobre ella, las anécdotas que señala. Delicioso de verdad.
De todas las cosas que Lucía menciona sobre Venturini, cabe destacar la anécdota sobre cómo echó de su casa a un hombre que, después de jubilarse, le pidió consejo sobre cómo escribir porque “algo había que hacer”. Esto cuenta:
Lo eché. Si hay algo que detesto es la gente que se toma esto como un juego, una frivolidad. Se creen que escribir es una pavada. Que es para pasar el rato. Que somos unos vagos. Cuando, en realidad, escribir es un sacrificio y los escritores, para colmo, somos todos pobres, bueno, la mayoría, porque no nos pagan. Ah, cómo lo eché a ese hijo de puta. Fue fantástico.
Escribir es un sacrificio. Esa es una de las verdades más grandes sobre la literatura, una que no me había planteado todavía. Sacrificas tiempo, en primer lugar. Mucho tiempo. Todo el tiempo que cuesta contar algo bien. Sacrificas energía, porque una pone mucho de sí misma en contar algo bien. Sacrificas amistades, las que no comparten que hagas tantos sacrificios, las que dejas de lado para plantar palabras en una hoja como semillas en el campo. Sacrificas dinero (saludito a mis lectores autopublicados), salud mental (no lo neguemos) y oportunidades (¡todas las que he perdido por escribir!). Escribir es un sacrificio.
Esas cuatro palabras me han danzado esta semana, por ciertas. Y es curioso, porque no me he planteado qué obtengo a cambio del sacrificio. Escribo, sacrifico tiempo, dinero, salud, energía.. ¿para qué? La respuesta ahora se me hace obvia: para contar una historia. Para decir algo, para decirlo como quiero decirlo.
Sabrás, amiga, porque lo he repetido mil veces, que he empezado la tesis doctoral1. Otro gran sacrificio, de tiempo, dinero y energía. Antes de empezarla, me dejé claro que no me iba a obligar a escribir nada no académico, salvo este simpático boletín. La tesis —que en realidad es otra manera de escribir— me ha llevado a sacrificar la escritura. Qué paradójico: lo sacrificante sacrificado.
Las palabras de Venturini me resonaron también por eso: sé que escribir es un sacrificio, pero no hacerlo también lo es. Sacrifico las historias que no son, las palabras que no escribo. ¿A cambio de qué? De una tesis, de una embestigación, de unas preguntas resueltas y un paso adelante en mi *arcada* carrera.
Laura Gallego decía que era escritora porque no podía no serlo. Se lo he escuchado a muchas autoras. No escribir no es una opción. Nunca me había sentido identificado con eso hasta ahora, que me fuerzo para escribir cosas inteligentes en un idioma que no es el mío, mientras reprimo historias sobre robots maricas y perros perdidos.
Ojalá tuviera una reflexión inteligente sobre las cosas que sacrificamos, la literatura y nuestras ambiciones, pero en absoluto. Solo tengo un deseo, para ti, amiga que me lees: ojalá que todos tus sacrificios sean consentidos y deseados, ojalá que todos te den algo a cambio.
Si te soy sincero, lo mismo deseo para mí.
📋 Las cosas sacrificantes
La página web de Nealfun para perder el tiempo con un montón de chorradas. Me encantan las chorradas.
La entrevista que le hizo Mariana Enríquez a Aurora Venturini, de donde he sacado la cita. Vale la pena.
Esta semana he estado revisitando la trilogía de Los juegos del hambre. Si no te pilló el fenómeno entonces, échale un vistazo. Las películas están bien, son entretenidas. Los libros son súper adictivos. Son los únicos libros que mi hermano ha leído, y los devoró. Para que te hagas una idea.
Sigo leyendo La mirada de las Furias, de Javier Negrete. Por cosas de tesis. Me gusta mucho cómo cuenta historias Javier Negrete. Está interesante, pero ya os contaré.
Para limpiarme el paladar de tanta cifi y tanto hombre, el domingo pasado leí unos cuantos relatos de Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez. Qué decirte que no sepas: en este boletín somos marianers. Desando que sea domingo para leer un poco más.
Esta canción, una bomba de nostalgia que sé que me habría atravesado en mis de perseguir a hombres heteros con la mente: Give me a call if you ever get desperate, I’ll be like one of your girls.
💢 Contra el viernes negro
Joder, por fin se ha acabado. Empezaba a no poder soportar el bombardeo mediático de descuentos y ofertas.
Lo sabemos todas: vivimos en un capitalismo desquiciante y sobrevivimos vendiendo y comprando. Hasta yo, que doy clases de español, me veo abocado a la lógica liberal del consumo. Es una mierda, pero es así. Y más vale que nos acostumbremos, porque como dijo Mark Fisher, es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.
Yo estoy más o menos reconciliado con eso, pero hay días en que la lógica del marketing, la publicidad y la necesidad de la compraventa me acerca a un estado parecido a la locura.
A lo mejor es porque sé todo el impacto medioambiental de estos días de despliegue de consumista. Los litros de agua, la energía, el humo, el trabajo esclavo que ha costado hacer tus pantalones a 10 euros. ¡Todos los pantalones que se tirarán!
A lo mejor es porque estoy hasta la coronilla de que me creen necesidades que no tengo. Que intenten venderme cosas todo el rato que ni necesito ni quiero. Cosas que ni sabía que existían. Hoy, por ejemplo, me han intentado vender un test de testosterona. ¿Por qué coño querría saber yo mi nivel de testosterona?
A lo mejor es porque no tengo un p*to duro, y soy muy consciente de lo que gasto e ingreso. Tanto anuncio me afecta porque me recuerda que no me lo puedo permitir.
A lo mejor es porque no somos tontas, y sabemos perfectamente de las jugarretas que emplea el capital para que pensemos que nos estamos llevando una oferta cuando en realidad nos están clavando el mismo precio de siempre.2
A lo mejor es la frustración de saber que vivo en un sistema que no puedo cambiar. Pese a la queja y la consciencia, sigo sobrecargado de publicidad, de tiendas y consumo, y sigo sucumbiendo a ella, y sigo participando en ella.
No lo sé. Lo que sí sé que es que podéis comprar mis libros en la página web de la Editorial Cerbero (que por cierto, no han hecho descuento de Black Friday).
Dejando las bromas de lado3, me parece que hay algo significativo en decidir no comprar. Hacer bandera del reciclar y reutilizar y no hacerte con nada nuevo, material, innecesario durante un tiempo. De saber que tenemos todo lo que necesitamos, regocijarse en eso.
Se acerca la Navidad, qué mal tiempo para decidir no comprar, para no sucumbir al consumismo.
En fin. Comprad mis libros. Hacedlo por la economía.
🎨 Los colores
Esta semana he descubierto el trabajo de Rick Berkelmans, ilustrador digital neerlandés que ha trabajado con marcas como Nike, Ikea o Google.
Me gusta mucho el arte que parece sencillo pero que encierra complejidad, tanto en diseño como en ideas. Rick Belkermans conjuga todo esto con un estilo propio colorido y alegre. Os recomiendo perderos por sus redes sociales y su página web. Pasar un ratito perdidas en los detalles de sus colores.
👋 ¡Adiós, amiga!
Qué decirte que no sepas: gracias por tu lectura atenta. Nos vemos la semana que viene. Un abrazo de los fuertes.
Tres cosas, las últimas:
Ahora que llega el frío, las botellas de agua caliente son tus amigas.
No te sientas mal si se te está muriendo una planta. Es el ciclo vital.
El error es parte del aprendizaje. Grábatelo en la cabeza, para cualquier ámbito vital.
Me quedan tres años: no me voy a callar, acostúmbrate.
En esa línea, me ha gustado mucho la campaña que PutosModernos ha hecho en Instagram.
No es broma. Compra mis libros.