Un monstruo de ojos verdes
Sobre la envidia, con pensamientos de Proust, Justin Gagnic y Marina Porras. Y míos. También sobre la basura que generamos y consumimos. Y sobre mí, como ya es costumbre.
Mi amigo
y yo hablamos mucho a través de audios. Son bastantes minutos los que hemos intercambiando en Telegram, minutos de actualizaciones vitales, de lecturas compartidas, de Drag Race y de tertulias.En alguno de los audios de esta semana, hablamos sobre la envidia.
Me salió a mí, creo, que le confesé de pasada que la envidia era algo que trataba de trabajarme. Que a veces observaba el mundo que me rodeaba y tenía que reprimirme una amargura que me pregunta por qué ellos sí y yo no.
Me pasa en todos los ámbitos de mi vida que me importan, pero en especial, en la literatura y en la universidad. Veo a compañeros que publican libros con editoriales estupendas, que hacen su tesis becadas en universidades prestigiosas, que organizan presentaciones multitudinarias y venden muchísimos libros, que invitan a la radio a hablar de su trabajo. Y en lugar de compartir las alegrías de sus éxitos, de disfrutar de su trabajo, a veces yo no puedo contener a ese monstruo de ojos verdes que es la envidia. Por qué ellos sí y yo no.
Decía Proust que no hay mejor gasolina para la imaginación que los celos. El artista plástico Justin Gagnic tiene una idea similar:
I get motivated by idea envy. I get super insanely jealous of great ideas that I see of others, I get jealous of that moment where I know they had that idea, and I want that, I want to feel that. So I set out to emulate that, and compete with that, and find that in myself.1
Yo no lo comparto. La envidia que yo siento no me empuja a escribir o investigar o hacer, me empuja a odiar. Por qué ellos sí y yo no, si ellos son claramente gilipollas, si yo escribo mucho mejor, si mi proyecto vale mucho más la pena...
Me siento más identificado con lo que dice Marina Porras sobre la envidia, que es un agujero negro que no se acaba nunca.2
Recuerdo un vídeo de YouTube que vi allá por el pleistoceno en el que una simpática americana explicaba cómo saber si se está en el camino vital correcto. Una de las cosas que decía es que no se siente envidia frente a los éxitos ajenos. Que cuando a un compañero le pasa algo bueno, esto naturalmente nos motiva y nos alegra.
He sentido alegría e inspiración por éxitos ajenos tanto como he sentido envidia. Somos seres complejos con emociones complejas, y las emociones no son necesariamente buenas y malas: son lo que son. Pero es importante acercarse a ellas, diseccionarlas, aceptarlas. Siento envidia como siento alegría, porque ambas son emociones válidas que hablan de nuestra situación personal.
Cuando mi amigo Manu me contó, hace un año, que publicaba con Cerbero, sentí envidia. Y también me alegré por él, y me compré su libro, y lo leí, y lo disfruté. Cuando nominaron su novela a los Ignotus y no la mía, sentí envidia, pero también me alegré por él, y deseé que ganara. No permití que la envidia me impidiera disfrutar vicariamente del viaje de mi amigo.
Es normal, cuando trabajamos en ambientes competitivos y creativos, notar la presencia del monstruo de ojos verdes. Cuando presenciamos un éxito ajeno que querríamos para nosotros. Pero yo no quiero que ese monstruo me secuestre la alegría, el placer de ver a mis compañeros hacer las cosas bien, leerles y disfrutarles.
No quisiera reducirlo a una elección dicotómica y absurda, pero a lo mejor sí que es tan sencillo como elegir no dejarte llevar por la envidia. Aceptarla, mirarle a sus ojos verdes y decirle adiós. Elegir contagiarte por la satisfacción ajena, disfrutar de los éxitos que no son nuestros, aprender de ellos. Seguir leyendo, escribiendo, investigando —o lo que hagas— como lo haces tú, siempre disfrutándolo.
Qué más hay, sino el disfrute. Al final, para eso lo hacemos. Y ningún éxito ajeno, ninguna envidia, me quita el goce propio.
Ojalá tampoco te lo quite a ti, amiga.
📋 Envidiosas cosas
El nuevo episodio de Las amigas estupendas, en el que hablan sobre la hibristofilia (i.e. la atracción que se siente hacia las personas que han perpetrado crímenes). Una hora y media de entretenimiento puro. No sé qué tienen las amigas, pero siempre me encanta escucharlas.
Demasiadas mujeres, nuevo podcast sobre libros que se centra en la literatura escrita por mujeres. Llevan dos episodios, ambos los he disfrutado mucho.
Este artículo sobre la supervivencia de la traducción. Imprescindible.
La desconocida, en Filmin. Una película basada en Grooming, la obra de teatro de Paco Bezerra. Desconcertante, confusa e inquietante. Invita a la reflexión y la conversación. No puedo asegurarte que te gustará, pero seguro que no la olvidas.
Esta canción, que suena en los rincones de mi mente desde que le ha descubierto:
🚮 La basura de Nueva York
Investigando para este boletín, me he encontrado con el trabajo de Justin Gignac. Gignac es artista plástico y director creativo, y si os digo la verdad me parece un poco gilip0llas, pero no puedo dejar de admirar a alguien que vende, literalmente, basura.
NYC Garbage es basura de Nueva York metida en un cubo de plástico, que se vende a 50 dólares la cajita. Sin más.
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Desconozco la motivación intelectual de Gignac más allá de vender basura a cincuenta pavos la pieza, pero interesa la reflexión detrás de este trabajo: la proliferación de basura a nuestro alrededor no es sino la consecuencia más inmediata del capitalismo salvaje que habitamos. La interferencia de las artes y humanidades con la basura también es una consecuencia inmediata.
Quiero dejar de lado el debate más evidente sobre cómo la basura se convierte en arte. Marcel Duchamp did it first. Pero me interesa como la basura y los deshechos —particularmente aquellos no humanos— se cuelan en nuestros libros, nuestras series y nuestras películas. Cómo representamos la basura que nos rodea.
Las cosas que tiras dicen mucho de ti, y lo mismo se puede decir a nivel social. Observar la basura presente en la cultura también es una forma de estudiar nuestra sociedad.
El trabajo de Gignac me parece interesante porque pone eso en el centro. Esta basura también soy yo, bastardo cultural de los Estados Unidos, escribiendo en una web estadounidense, usando el inglés every now and then.
✨ Las palabras bonitas
A Niebla, mi perro, de Rafael Alberti:
«Niebla», tú no comprendes: lo cantan tus orejas, el tabaco inocente, tonto, de tu mirada, los largos resplandores que por el monte dejas, al saltar, rayo tierno de brizna despeinada. Mira esos perros turbios, huérfanos, reservados, que de improviso surgen de las rotas neblinas, arrastrar en sus tímidos pasos desorientados todo el terror reciente de su casa en ruinas. A pesar de esos coches fugaces, sin cortejo, que transportan la muerte en un cajón desnudo; de ese niño que observa lo mismo que un festejo la batalla en el aire, que asesinarle pudo; a pesar del mejor compañero perdido, de mi más que tristísima familia que no entiende lo que yo más quisiera que hubiera comprendido, y a pesar del amigo que deserta y nos vende; «Niebla», mi camarada, aunque tú no lo sabes, nos queda todavía, en medio de esta heroica pena bombardeada, la fe, que es alegría, alegría, alegría.
👋 ¡Adiós, amiga!
Gracias por estar al otro lado, espero que pases un buen domingo y disfrutes de la semana.
Antes de irte (y de las cosas), una pequeña encuesta no vinculante:
Y ahora, tres últimas cosas:
Saluda los perros que veas por la calle. Seguramente no te servirá de nada, pero es una buena costumbre.
Si no lo ves claro, no tienes que tomar ninguna decisión. Casi todas las cosas pueden esperar.
Cuanto antes friegues los platos, mejor. Las tareas pequeñas tienden a acumularse.