🐷 Soy un cerdo flaco y gris
Sobre la ansiedad, sobre un ensayo de Eloy Fernández Porta, sobre un umpa lumpa con cara de malas decisiones. Y, por supuesto, sobre mí.
Qué cosa, la ansiedad. Es una emoción utilísima, un recurso de nuestra biología para salvar el pellejo. Cuando percibimos un peligro, nuestro cuerpo libera una serie de químicos, hormonas, o lo que coño sea, que nos permite estar alerta a los peligros, huir de depredadores, escalar una pared, correr más rápido. El corazón se te acelera, las respiraciones también. Todo tu cuerpo te dice CORRE, MARICÓN, PELIGRO.
Pero el peligro es una factura de la luz. ¿Cómo se corre de una factura de la luz? ¿De las ansiedades de lo común?
Este verano me llegó, en agosto, una factura de la luz altísima, unos números que no podía asumir. Sin duda debía de ser un error, porque llevaba tiempo sin estar en el piso y me había dejado todo apagado.1 Era imposible que hubiera gastado los altos números de kilovátios que se me suponían. La solución pasaba por unas cuantas llamadas, gestiones sin importancia. Al tiempo me mandaron la factura adecuada, que sí pude pagar. El tiempo pasó. Todo estaba bien. La compañía de la luz no me llevó a juicio, como me había temido en mis ansiedades descabelladas.
Pero algo en mi cerebro se torció, hizo crac. Y desde entonces, todo lo relacionado con la luz y la energía me genera una ansiedad que a veces se me hace difícil controlar. No me pasa nada fuera de lo común: estimaciones que no son adecuadas, lecturas del contador erróneas, llamadas telefónicas que se hacen eternas… pero la gestión de esta área de mi vida, se me hace, desde este verano, desde esa factura equivocada, cuesta arriba. Me despierto en mitad de la noche, un pinchazo en el pecho me asalta a veces, aleatorio y brutal.
Trato de recurrir a mi limitado conocimiento terapéutico para calmarme. Me hablo desde el raciocinio, trato de diseccionar el peligro que creo que me acecha. Y me funciona. Pero cada mes desde agosto, como un ciclo viciado y negro, todo vuelve a empezar con cada factura de la luz que recibo.
Entendí entonces la palabra trastorno en el trastorno de ansiedad. Sentir ansiedad cuando tu cuerpo no la necesita, un desequilibrio entre las cosas que pasan y las que siento. Una reacción biológica desmesurada, la respuesta de un cerebro maltratado por las fechas de entrega, la precariedad, la autoexigencia.
No creo que yo sufra un trastorno de la ansiedad, amigas, no os preocupéis. Pero reparar en esta disonancia entre el cuerpo y la vida me llevó a investigar un poco sobre la ansiedad, sobre sus manifestaciones literarias. Llegué así al ensayo de Eloy Fernández Porta Los brotes negros: en los picos de ansiedad (Anagrama, 2022), que he estado escuchando en Storytel.
Me esperaba un ensayo, entre lo personal y lo científico, sobre el trastorno de la ansiedad. No sé por qué lo de científico (supongo que por ser un ensayo), porque no tiene nada de divulgativo: es todo autoficción, las crisis de ansiedad de Eloy Fernández Porta. Una usuaria de Goodreads escribe: “Es así. La ansiedad es exactamente así. Ahora bien, cada infierno es personal, y este señor nos permite la entrada al suyo.” Y tiene razón: este es un infierno personal, cada ansiedad lo es. Como si a cada persona le correspondiera una locura propia.
Escuchando al infierno personal de Eloy Fernández Porta, una no puede evitar empatizar. Esos brotes negros los hemos vivido todas, todas hemos visitado esos picos de la ansiedad. Según la OMS, los trastornos de son los trastornos mentales más comunes del mundo: en 2019 afectaron a 301 millones de personas.2 Tampoco puede una evitar la sensación espejo, el trigger (a falta de una palabra española) que genera una ansiedad pareja. En ese sentido, no se hace una lectura fácil.
Desde el incidente de la factura equivocada, desde que empecé a comprobar en mis carnes el nacimiento de un desajuste en mi cabecita loca, me planteé la posibilidad de volver a terapia. Será algo bueno, me digo, hablar con algún experto en estos temas. Tal vez la medicina pueda arreglar el desbarajuste químico que se produce en mi interior cada vez que pienso en pagar facturas.
El libro de Fernández Porta tiene un ajuste interesante al respecto. En cierto momento, escribe:
¿Desbloquearme? ¿Para qué, por qué? ¿Para volver a ser mano de obra barata, en la mísera industria del saber y las artes? ¿Para que unas cuantas instituciones insolventes se repartan las últimas mollejas de este cerdo flaco y gris?
La reflexión es valiosa, y no creo que tenga nada de novedosa. Pero tal vez mi desajuste ansioso no tenga una causa monolítica y sencilla, y por lo tanto la solución no pase por un decisión individual tan banal como “ir a terapia”. Tal vez todo este sistema que nos vuelve locas de remate tenga la culpa. Tal vez ir a terapia no me sirva para nada, solo sea un parche inútil, como cubrirse con la manta durante una erupción volcánica.
Me gustaría tener una conclusión inteligente, luminosa. No la tengo. Creo que tenemos una vida tan liberada de depredadores naturales que nuestro cerebro se inventa peligros. O tal vez vivimos en una sociedad que entre unas cosas y otras, —pagar la luz, ganar dinero, mandar este correo, llegar a la hora, hacer la compra, acostarte pronto, poner la lavadora, planificar comidas, tener un sueño, un ser solvente, triunfar, hacer ejercicio, reproducirse, socializar, vivir— acaba por volvernos locas de remate.
Yo qué sé. Me voy a casa ya, que es tarde y todavía tengo que hacer la cena. Mañana madrugo. Y tengo que dejar la casa arreglada porque el fin de semana me voy a Londres. Apagar las luces, meter comida en el congelador, tirar la basura. El domingo tengo que mandar un poster de investigación para un congreso. Y tengo que terminar de escribir la newsletter. Y creo que tengo planes el sábado en Londres, pero no recuerdo el qué. Una cena con amigos, tal vez. Y el lunes, este cerdo flaco y gris tiene una tesis que escribir.
Voy a descansar, que me hace falta.
📋 Las movidas ansiosas
Esta semana he visto Good luck to you, Leo Grande, en Filmin. Una película bastante interesante sobre el trabajo sexual, el deseo (sobre todo, femenino y de señora mayor) y la necesidad de cultivarlo. Me gustó mucho, me hizo pensar.
Esta charla entre Benjamín Labatut y Eloy Fernández Porta sobre la locura, moderada por Anna Pacheco. Me ha gustado mucho.
El último episodio de Demasiadas Mujeres. Nos gustan las chicas inteligentes hablando de libros. En este episodio, entrevistan a la escritora cubana Elaine Villar Madruga, y escucharla es realmente revelador. Muy recomendado.
He estado viendo (en Disney+) el mockumentary sobre vampiros Lo que hacemos en las sombras. Sabía que me iba a gustar, pero no imaginaba cuánto. Me alucina cómo juegan con nuestras expectativas sobre el género vampírico, cómo mezcla el humor y el terror. Vedla, amigas. No os la podéis perder.
Esta canción, super nostálgica, super bonita. Escuchadla, ya veréis como os gusta.
💭 Contemplando la vida
I am so in the Glasgow Wonka experience
Es el mensaje que le mandé a mi pareja ayer por al tarde. Y es que es difícil no regodearse en la desgracia inofensiva que ha sido el fiasco escocés. Por si no te has enterado, una empresa de eventos vendió una “experiencia inmersiva” de Willy Wonka a 44 libras la entrada y el resultado fue tan triste y lamentable que hace risa. Te invito a buscar las fotos, disfrutar un poco de la desgracia ajena.
Evidentemente, las fotos se viralizaron, y los actores de la “experiencia inmersiva” empezaron a contar detalles sobre la organización que no hicieron si no añadir más leña al fuego: no había suficiente limonada para todos los asistentes, los niños tocaban a un cuarto de vaso cada uno; tampoco había suficientes golosinas y se tuvieron que racionar, tres por cabeza; a los actores les llegó el guion la noche de antes, y parecía estar hecho con AI a juzgar por las frases sin sentido… La miríada de memes y vídeos que han surgido a raíz de la Glasgow Wonka experience es un agujero de gusano maravilloso en el que perderse y escapar. Este vídeo de Eleanor Morton me hizo llorar, por poner un ejemplo.
Una de las fotos más famosas —ya convertida en meme— es la de la umpa lumpa con cara de haber tomado malas decisiones en la vida. Ella es Kirsty Paterson, y en una entrevista en Vulture habla no solo de la experiencia de trabajar en un proyecto tan desastroso como cómico, sino también de la experiencia de hacerse viral.
In the exact moment of the photo, they’d told us to abandon the script. They had this “Jellybean Room,” but they eventually ran out of jelly beans. I was already rationing the jelly beans to three per kid, and that was me being generous. I wanted to give the kids all the candy. So we had no jelly beans, and people were coming up to me. It was just humiliating. I was starting to get angry. The other Oompa Loompa came over at this point and I went, “Where is everyone?! Why am I left here on my own?! Where is everyone else?!” You know how they talk about “me contemplating my life”? This is me contemplating my life.
No es gracioso, pero me hace gracia, qué puedo decir. Todas hemos sido ella en algún momento, supongo que por eso se ha viralizado. Nos vemos reflejadas en su patetismo.
La historia de Paterson también tiene un lado luminoso. Después de viralizarse las fotos de la umpa lumpa contemplando la vida, empezaron a compartirse otras fotos en las que se la ve jugando con niños, en una actitud muy distinta. Parecen dos umpa lumpas diferentes.
Estas últimas fotos me emocionaron un poco. Hay algo conmovedor en mostrarse amable y sonriente cuando todo a tu alrededor es una puta mierda, en tratar de fingir que todo está bien para que los niños no pierdan la ilusión de la Wonka experience, aunque no hayan golosinas ni limonada para todos. Es como La vida es bella, pero en Glasgow y con umpa lumpas.
Desde Movidas Bookclub deseamos a Paterson una vida tranquila y relajada, mucha suerte en todos sus proyectos, y que mantenga su buena energía cuando el mundo te lleva la contraria. Todos tenemos que aprender un poco de ella.
👋 ¡Adiós, amiga!
No te entretengo más. Que tengas buena semana y que no te coman las chinches.
Nos vemos la semana que viene.
Pero antes, tres cosas:
No confíes en ningún negocio que use IA a diestro y siniestro.
Puedes ir a un restaurante solo para tomar postre.
¿El acertijo de la semana pasada? Lo cierto es que era multirrespuesta. La mía, una aguja :)
Contexto: paso los veranos en España, el piso de Aberystwyth se queda vacío.
Aprender que la ansiedad es más colectiva y sistémica que individual me ha ayudado un poquito ❤️🩹 Ánimos y sí a ir a restaurantes solo a por postre 🤪🫃
Aguja…😂😂😂Ahora he quedao como una cochina 😂😂