Acabo de llevarme un disgusto tremendo.
Pensaba empezar el boletín con una cita de Neil Gaiman. ¿Sabéis quién es? Es ese escritor británico naturalizado americano que ha escrito obras tan icónicas como El océano al final del camino (2013), Coraline (2002) o Neverwhere (1996). Es un tío bastante guay, escribe muy bien y es muy imaginativo. Os recomiendo todas sus obras.
En especial, American Gods (2001) un librazo sobre mitología universal, los Estados Unidos y los cambios de paradigma que tiene la virtud de retratar muy bien la sociedad capitalista a través de los mitos. Lo leí en 2016, y de hecho lo reseñé en mi blog (*risas enlatadas*).
Si os soy sincero, no recuerdo demasiado del libro, de la trama, o de sus personajes, y me da demasiada vergüeza leer la reseña que escribí hace 100 años. Pero sí hay detalles que se me han quedado extrañamente grabados como ningún otro. Recuerdo el capítulo en el que aparece Jesucrito, el de los hermanos esclavos, o el de los gay djinn, y recuerdo también alguna que otra cita. Especialmente una que decía más o menos así: “una ciudad sin biblioteca no tiene alma, no es una ciudad”.
Hoy quiero hablar de bibliotecas, bibliotecas de casa, como extensión del porno inmobiliario. Y esta mañana, en la ducha, mientras me enjabonaba el pelo, me he dicho:
—Chica, qué buena manera de empezar el boletín. Empiezo con la cita, y luego paso a decir que una casa sin biblioteca no es una casa. Estupendo, qué apañado soy.
Pues he ido a buscar la cita original en inglés, y qué disgusto me he llevado cuando me he encontrado con esto:
(… ) a town isn't a town without a bookstore. It may call itself a town, but unless it's got a bookstore, it knows it's not foolin' a soul.
En el español tradujeron “bookstore” (librería) por “biblioteca”, jodiéndome así el inicio de este boletín.
Supongo que eso es el efecto mariposa. Un traductor a principios de siglo tradujo “bookstore” por “biblioteca”, por las razones que fueran, y ahora, 2022, me jode a mí el principio del boletín.
En fin.
El castillo de Cardiff y la biblioteca del Marqués de Bute
Jodida la introducción, voy a pasar directamente a hablaros del tema que se me ha ocurrido hoy en la ducha. La biblioteca del castillo de Cardiff.
Si algún día visitáis Cardiff, la capital de Gales, y queréis visitar el castillo, os encontraréis con algo como esto:
Por un lado, tenéis un castillo normando encima de una colina, construido en 1091 y que conserva bastante bien el espíritu de castillo medieval, con sus paredes de piedra gordas, sus suelos de madera y sus ventanas diminutas. Imagináos las habitaciones de Invernalia1 y acertaréis.
Y luego, más abajo, tenéis un edificio más moderno, un palacio que fue renovado a principios del siglo XIX por el entonces dueño del castillo, el Marqués de Bute, y el arquitecto William Burge. Lo convirtieron, y cito textualmente de la exposición, “en una fantasía gótica”. Al parecer, destrozaron bastante de lo que había sido el palacio previamente y se les ha criticado históricamente por ello, pero hemos recibido una fantasía gótica a cambio.
El palacio es una maravilla, un stendhalazo puro y duro, una extravagancia para caerse hacia atrás. Habitaciones de inspiración árabe y mediterránea, papeles de pared de colores vivos, chimeneas de fantasía… este palacio lo tiene todo. Podéis ver algunas fotos en al página web.
Os podéis imaginar cuál fue mi habitación favorita.
Efectivamente.
La biblioteca.
En mi interior hay dos lobos. Uno quiere vivir en un apartamento pequeño y acogedor, y otro quiere vivir en un castillo en el que pueda tener uan biblioteca como esta.
Los suelos, el papel de pared, las mesas (que tienen calefacción2), las estanterías y los libros polvorientos, todo eso convierte esta habitación en mi paraíso personal.
Pero hubo dos cosas que realmente me fliparon: la chimenea y el papel de pared.
Fijáos en los detalles: lo que sujetan las cinco figuras son tablas con inscripciones en griego, hebreo, asirio, jeroglífico y rúnico. Todas dicen lo mismo: “Una biblioteca es un archivo de anhelos”.3
Además, el Marqués de Bute hizo con su biblioteca lo que hacía yo con mis carpetas en 3º de ESO: forrarlas con mis ídolos. En el papel de pared, si os fijáis, veréis figuritas de ángeles sobre un fondo verde. Estos angelitos sujetan los nombres de los autores favoritos de Bute. Aquí el detalle:
Algunos de los nombres escritos en las paredes son Shakespeare, Moliere, Chaucer, Lord Byron o Cervantes. No recuerdo ver a ninguna escritora, y si os soy sincero, me sorprendería que la hubiera. Ahora me arrepiento de no haberme fijado más. Tampoco vi ningún nombre de autoras en los títulos del libro.
Supongo que ahora me perseguirá para siempre esa pregunta, de si el Marqués de Bute leía a mujeres, y tenía libros de Margaret Cavendish, Philish Wheatley, o George Eliot. Esta pregunta me acompañará durante el resto de mi vida, al menos hasta que vuelva a visitar Cardiff, vuelva apagar 10 libras para entrar al castillo, y me pase horas investigando en su biblioteca para resolver la cuestión de si el Marqués de Bute leyó a alguna mujer en su puta vida o no.
Conclusiones que saco de todo esto:
Me gustan las bibliotecas
El Marqués de Bute y yo somos muy parecidos
Quitar el polvo de todas esas estanterías debe ser un coñazo
¿Tengo yo tantos libros?
Estas conclusiones son una mierda
Suscribirse, compartir y darle a like a esta publicación es exactamente lo que el Bute habría querido
¿Que por qué querría eso? Mira, yo qué sé, me voy a dar clase.
¿Os acordáis de Juego de Tronos? Ya, yo tampoco.
Esto va en serio. Las mesas tenían una de esas estufas mesa camillas que posiblemente tuvieron tus abuelos.
Esto es mentira. En realidad esto lo dijo Susan Sontag. ¿Pero a que molaría? En realidad, en las inscripciones solo parece estar escrito el alfabeto.