He estado escuchando el ensayo Los enemigos, de Kiko Amat, un pequeño texto que trata, efectivamente, lo habéis adivinado, sobre enemigos. Amat, que han clasificado alguna vez como “novelista pop” (sinceramente, todo lo que aspiro), mezcla anécdotas personales, reflexiones, y opiniones extraliterarias para entregar un texto coherente, entretenido y como dicen en inglés, thought-provoking.
Os lo voy a confesar: nunca he sido de tener enemigos. He tenido épocas en las que he sido muy de odiar, a personas y cosas, pero nunca he focalizado todas mi energías negativas en una persona, en un némesis, en un enemigo. El Eduardo Norte adulto ha heredado esa paz: odio a muy pocas personas, casi todas por motivos inventados. Y odiar, tal vez, sea una palabra demasiado fuerte. Existen muy pocas personas que me generen una apatía real y comprobada, y casi siempre son por minucias, tonterías, cosas que podría esconder debajo de la alfombra.1
Aún así, conforme entro en la edad adulta, me he encontrado aferrándome a esa apatía, ese odio blandengue. Reconozco que he exagerado el pequeño rechazo que me generaban ciertas personas solo para poder describirme como su opuesto, por tener un espejo invertido en que mirarme. Soy yo porque no soy él. Necesitaba esos némesis para explicarme a mí mismo, para avanzar y cambiar. Para ser mejor.
Kiko Amat da aquí en el clavo. “Los enemigos son útiles, y pueden emplearse para el proceso creativo y personal”, nos dice. Amat coge muchas de las ideas del antiguo griego Plutarco, que compartía opiniones similares sobre la enemistad. Plutarco entendía que sus enemigos eran maestros gratuitos, gente que te obligaba a estar alerta, a ser mejor, a no equivocarte, haciéndote así mejor persona. Amat recoge esta tesis y dice:
Cuando uno tiene enemigos vive la vida en garde. Tener enemigos nos obliga a estar despiertos y alerta, a cuidar de lo nuestro, a no dejarnos arrastrar por la vagancia, la negligencia, el hedonismo tontaina o la desatención. (…) Cuando tienes enemigos, cuidas mejor tu arte, porque sabes que no puedes permitirte deslices, ni blanduras ni indolencias.
Y unas páginas después:
Los enemigos te endurecen, te hacen más aplicado. No hay libro menor, cuando uno vive su vida convencido de que los enemigos le observan y tratan de derrotarle. La injuria, las calumnias que nos dedican, pueden ser tan curativas como educativas, pues en lugar de arrojarnos a un paroxismo de rabia espumarajosa, deberían empujarnos al autoexamen y la majestad. ¿Cómo decirlo? Tus Moriartis van a insultarte igual, lector, pero dales cuantos menos argumentos te sea posible. No le entregues un revolver cargado al enemigo.
Insisto: odio a muy pocas personas, casi todas por motivos inventados. Pero todo lo que Amat apunta aquí son cosas con las que puedo sentirme identificado. Tener enemigos me ha empujado a hacer más, a hacer mejor. Enemigos a los que despreciaba discretamente, gente a la que en secreto admiraba y respetaba porque eran “maestros gratuitos”. Es posible que ellos ni siquiera se consideraran mis enemigos, y en algunos casos, que ni siquiera supieran de mi existencia (LOL). Pero tenerlos como rivales me ha obligado a sentar el culo en la silla y escribir. Lo cual no está nada mal.
No te recomiendo dejarte consumir por el odio, amiga. Es como tomarse un veneno y esperar que se muera el otro. A nadie le importa que le odies, y casi siempre es irrelevante. Esa es la realidad. Hacer servir a tus enemigos como motivación, como escalones para ascensor a donde tú quieras llegar, es no solo más inteligente, sino más sano.
Y yo sé que tú no solo eres inteligente, también eres sana.
(Que no es lo mismo que estar sana, que ahí ya no me meto)
📋 Las cosas: muchas cosas, muy cosas
Este artículo sobre “la primera fotorreportera de guerra española”. Imperdible.
Esta semana en mis clases hemos trabajado con un fragmento de Memorias de un niño de derechas, de Francisco Umbral. La mejor parte, sin duda, ha sido ponerles este vídeo y explicarles (el origen de) el meme de “he venido a hablar de mi libro”. ¿Y sabéis que os digo? Que muy bien, Paco. Si a ti te han dicho que se va a hablar de tu libro, y se habla de tu libro, pues te quejas, claro que sí.
Hoy, en #pornoinmobiliario, os enseño una de las casas de Succession. Puto flipad con este ático de Nueva York. Qué asco, pero sobre todo qué envidia, me dan los ricos.
Estoy leyendo ahora mismo Inés y la alegría, de Almudena Grandes, el primerio de sus episodios de una guerra interminable que trata sobre la Invasión del Valle de Arán. Leer a Almudena Grandes es como hacer gimnasia mental: es exigente, pero una se siente muy bien después. Almudena es una escritora obligatoria (utilizo el presente con conocimiento de causa).
Ya os lo he recomendado, pero permitid que insista en recomendaros uno de los mejores podcasts que vais a escuchar nunca: Las amigas estupendas, que se autodescriben como “true crime, historia moderna, actualidad viejuna, datos irrelevantes y salseos jugosos”. Estela Cebrían y Virginia de la Cruz llevan un podcasts divertidisimo, interesantísimo, único. Acaban de sacar episodio. ¿El tema? Malnacidos, ovejas negras en dinastías. Son dos horas y media de lo mejor de lo mejor. Escuchadlo, no os vais a arrepentir.
Esta canción, que está en francés, pero nos gusta igual.
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Ya sabes lo que va a ahora, ¿verdad? Llevas lo suficiente en Internet para saberlo. Exacto, se viene lo que en marketing llaman “llamada a la acción”, en la que el escritor (yo) os pide a vosotras, lectoras, que hagáis COSAS.
En realidad yo ya os he pedido COSAS, que me deis dinero, pero no contento con eso, os pido cosas GRATIS que podéis hacer:
Dar me gusta y dejar un comentario. En realidad no sirven de mucho, pero a mi me hace gozo verlo, ¿sabes?
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Suscribirse si no lo has hecho ya, lo cual no entendería. ¿Cómo has llegado hasta aquí, sino? ¿Te has perdido, cariño?
Nazis y fascistas a parte.