¿Me devolverías una hostia?
Te hablo sobre devolver la bofetada, sobre el hombre elefante, sobre la violencia, sobre mí.
El otro día vi El hombre elefante (1980, David Lynch), un biopic sobre la vida de Joseph Merrick, que pasó a la historia por ser el caso más grave conocido del síndrome de Proteus. Vivió en la segunda mitad del siglo XIX, y debido a su condición, Merrick sufrió un desarrollo anormal de piel y huesos, dando lugar a una fisionomía fuera de lo común. Siendo no solo el caso más grave sino también el primero documentado de este síndrome, Joseph Merrick fue condenado al ostracismo y al rechazo social.
El pobre tuvo un cuadro de infancia: su madre (según su autobiografía “la única persona en su infancia que le mostró amor”) murió cuando era él joven, y su padre nunca le reconoció cómo hijo. A los quince años se marchó de casa y empezó a trabajar como vendedor ambulante, pero no le renovaron la licencia de vendedor porque sus compañeros se quejaban de que “daba mala imagen” al gremio. Sin otra forma de ganarse la vida, empezó a trabajar en ferias ambulantes, donde fue exhibido y tratado como un monstruo. Fue precisamente en una de esas exhibiciones en las que el doctor Frederick Treeves le encontró.
A partir de ahí la vida se le solucionó un poco: comenzó a vivir en el hospital, bien atendido por las enfermeras y el personal médico. Al principio pensaron que sufría alguna condición mental, pero Merrick demostró no solo tener capacidad de expresión y comprensión sino una inteligencia fuera de lo común. Sabía leer y escribir, tenía inquietudes artísticas y destacaba por su exquisita educación. Su presencia en el Royal London Hospital (donde todavía hoy están sus restos) corrió como la pólvora entre la clase alta victoriana, que se interesaron por conocerle, se hicieron su amigo y sufragaron su estancia en el hospital. Allí murió, en paz y tranquilo.
Una cosa que me fascina de la historia de Merrick es cómo reacciona a la violencia. Pese a que le tratan como un perro, él nunca responde ni con gritos ni con violencia. Y al final de su vida, pese a todas las humillaciones y agresiones, seguía mostrando un carácter dulce y amable, desprovisto de rencor. Es algo que estremece en la película, ese no devolver el golpe, ese quedarse parado mientras le dan con un palo.
Pienso mucho últimamente en cómo la violencia es contagiosa. ¿Acaso no nos educan para reproducir la violencia a la que nos exponen? Lo normal es que, si nos han tratado mal, tratemos mal a las personas que nos rodean. Lo realmente extraordinario es el caso de Merrick, que rompió el círculo de la violencia en el que se encontraba y logró encontrar amor y apoyo en su vida.
Una señora que conocí me dijo una vez, hace mucho tiempo:
Si me das un bofetón y yo te lo devuelvo, probablemente me des otro más. Pero si me das un bofetón y yo me quedo igual, darte otro ya te cuesta más, ¿eh?
Yo era muy joven cuando escuché aquello, pero estas palabras se me han quedado grabadas e intento que sean mi guía: no ejercer en los demás la misma violencia que han ejercido sobre ti. Solo así, creo, podemos llevar vidas más pacíficas, más tranquilas, más en calma. ¿Y no es eso todo lo que necesitamos?
📋 Las cosas
Por si os interesa saber más sobre la historia de Joseph Merrick, el artículo de Wikipedia correspondiente está, de verdad, muy bien.
Esta IA que juzga tus gustos musicales. A mí me dijo: “Oh no, another Rigoberta Bandini stan…”. Me sentí desnudo frente a la tecnología. Contadme lo que os ha puesto a vosotras, venga (porfa).
Esta receta de risotto de calabaza que me voy a cocinar hoy. Igual luego es una mierda, pero yo tengo esperanzas.
¿Te duele la espalda y sospechas que es por estar trabajando delante de un ordenador seis horas al día? Este hilo de Twitter te explica qué hacer. Os adelanto que son muchas cosas, pero creo que valen la pena.
Esta semana he leído Te traeré a casa, de Raquel Arbeteta. Un retelling futurista del mito de Orfeo y Eurídice, con bolleras y motos. Chulísimo, se lee en un ratín y está súper bien escrito. Os lo recomiendo.
Hoy en porno inmobiliario, la web de Arquitectural Digest. Toda ella, entera. De nada.
Lo siento, voy a hacerlo. El nuevo disco de Rigoberta Bandini, y más concretamente, la última canción del álbum: La emperatriz. Es una canción de misa, pero para bailar. Lo que siempre he querido.
Busco en Google ser feliz
Dicen que me apunte a un coro
🎨 El arte
No me puedo resistir a enseñaros otra pinturilla esta semana: Lucifer (1981), de Franz von Stuck.
Me flipan esos ojos maniáticos, esa postura, las alas negras que se adivinan y ese rayo de sol, que nos recuerda que a Lucifer, antes de caer del cielo, se el conocía como el portador de la luz.
🙏 La petición
No me voy a extender aquí: este mes voy mal de pasta. Y como llevo un tiempo escribiendo esta movida, y ya somos unas cuantas aquí, he pensado que a lo mejor sois majas y me caen unas pesetillas.
Así que aquí está mi ko-fi. Si podéis y os apetece, y os gusta este humilde rincón de internet, podéis dejarme una propinilla para que este mes vaya un poquito más desahogado.
Pero si no podéis, o no queréis, o no os apetece, no os preocupéis: os odiaré para siempre y ya está, tan amigas1 💕
¡Adiós!
Tres últimos consejos:
No bebáis mucha agua antes de iros a dormir, si no queréis levantaros a hacer pis.
Poned la espalda recta cuando os sentéis.
Recomendad este simpático boletín literario 💕 (este no es un consejo, pero yo sé que a vosotras no os importa, ¿a que no?
Insisto: creo bastante en la cultura gratuita y me gusta hacer esto gratis porque me da libertad. No tengo mucho interés en que esto se convierta en mi trabajo. Donad solo si podéis y os apetece.
Tu IA me ha llamado básica...
Y me ha dicho que sigo atrapado en la década de 2010... lo cual puede ser cierto 😂