Una vez le escuché decir a Nerea Pérez de las Heras que las amigas son lo más importante. Ni la pareja, ni la familia, ni el dinero: las amigas.
Me quedé un poco descolocado cuando se lo escuché decir porque rara vez encuentras opiniones que encajan tan perfectamente con las tuyas, como si hubiera replicado palabra por palabra lo que yo había pensado muchas veces.
He pensado muchas veces que sin mis amigas, yo estaría muerto. A lo mejor suena un poco dramático (lo es), pero es cierto. Sin todas las cosas que he vivido con mis amigas, todos los libros, conversaciones, películas y cervezas que hemos intercambiado, yo no estaría aquí. Estaría otra persona, mejor o peor, no lo sé. Pero otra persona, seguro.
Esta semana vi la serie de Daniel Sánchez Arévalo, Las de la última fila. Cinco amigas organizan todos los años una escapada, pero este año es diferente porque a una de ellas le han diagnosticado cáncer. Este año deciden hacer las cosas de otra manera. Durante su viaje, conocemos las dinámicas de estas amigas y observamos como poco a poco empiezan a cambiar. Mi crítica de teórico literario que quiere que le paguen para hacer un doctorado (yo) es que está chulísima. Con apariciones estelares Carmen Machi, Rigoberta Bandini y Michelle Jenner, y con unas protagonistas que se comen la pantalla.
Me emocionó porque es una celebración cruda de la amistad. Amigas desde la infancia, todas ellas han crecido en direcciones diferentes. Pero siguen ahí, queriéndose, discutiendo y riendo. Muchas veces he pensado que está bien dejar marchar a las personas, que la gente cambia y hay personas con las que simplemente dejas de disfrutar y ser tú misma. Pero qué bonito es también cuando sucede lo contrario: que creces, cambias, te das cuenta de lo distinto que eres de tus amigas y aun así estás con ellas.
En un momento dado, la serie también habla de esas amigas que dejan de serlo. Las protagonistas visitan a una chica que solía pertenecer al grupo hace años pero que desapareció de un día para otro sin decirles nada. Las protagonistas la buscan y le piden explicaciones.
Ella se explica:
Hay esta cosa de que las amigas de tu infancia se convierten en tu núcleo, en tu familia. Una sensación de casa, de pertenencia, de lo compartido, de que te conozcan. Un vínculo muy fuerte que no se rompe por mucho que cambies. Pues a mí eso siempre me ha parecido una tontería. ¿Por qué tienes que seguir conectada a personas con las que cada vez tienes menos en común? (…) Perdí el interés. Me cansé de estar con vosotras. Incluso cuando no estábamos juntas me cansaba. Estaba harta de teneros todo el rato en la cabeza.
Y me parece súper válido. La amistad, creo, también es dejar marchar a las personas.
Esta es la respuesta que le dan:
A mí también me pasa. Yo también os tengo todo el día aquí, en la cabeza. Generando debate y opinión. Antes incluso de contaros cualquier cosa. (…) Pero a mí me encanta. Lo necesito. Me hace sentir segura. Acompañada. Sois mi consejo de sabias.
Me pareció muy interesante (y realista) presentar la misma experiencia desde dos puntos de vista distintos: una estaba cansada de tener a las amigas en la cabeza, otra no podría vivir sin ellas. ¿Cuál de las dos serías tú?
Cuando me mudé al Reino Unido en 2019 no pensé que una de las cosas que más problemas me causaría serían las amigas. Pensé que vendría lo suficiente, que hablaríamos por teléfono, que estaríamos en contacto y que cuando me volviera sería como si nunca me hubiera ido. No puedo decir que haya sido así, porque efectivamente la vida cambia y nos lleva por caminos distintos, a veces irreconciliables. Pero eso está bien. Es la vida.
Yo no puedo decir que tengo a mis amigas todo el día en mi cabeza, como Pepitas Grillas. Vivo demasiado lejos, soy demasiado independiente. Pero de vez en cuando aparecen, mensajitos en el móvil o comentarios en la cabeza, esas amigas que no se han ido aunque nos separen kilómetros de distancia. Esas son las amigas que hay que cuidar, las que te hacen sentirte menos solo, afortunado y feliz. Aunque no sea así todo el rato.
Chica, qué intenso me he puesto hoy.
Voy a acabar contando un chiste para relajar la tensión, ¿vale? Así nos vamos de buen rollo.
¿Sabéis cuál es el café más peligroso? El ex-preso.
📋 Las cosas: ahora con más cosas.
Esta entrevista que le hace Quique Peinado a Bob Pop. Roberto Enríquez (también conocido como Bob Pop) es la mejor persona y tenemos que aprovechar todas las oportunidades que nos dé la vida para escucharlo.
Hoy en porno inmobiliario os traigo el house tour de Emma Chamberlain. Una gozada. Si no te quieres comer los 20 minutos de vídeo (lo cual comprendería) también hay fotos.
La newsletter de Rubén Alonso sobre historia y literatura con perspectiva queer. Mi mierda total, gracias. También es mi amiga, pero eso no tiene nada que ver con que os lo recomiende.
Esta entrevista a Rita Isbell, la hermana de Errol Lindsey, una de las víctimas de Jeffrey Dahmer.
En la línea de dicho asesino psicópata, os recomiendo la novela Zombi, de Joyce Carol Oates, basada en la vida de Dahmer. Bastante terrorífica.
House of the Dragon, el spin off de Juego de Tronos. Ya, sé que soy como esa chica que vuelve con su ex el tóxico en cuanto tiene oportunidad, pero me da igual.1 House of the Dragon es como Juego de Tronos antes de que se lo cargasen.
Hablando de libros, estoy leyendo History of bees, de Maja Lunde. Trata sobre abejas, efectivamente. Y está ambientada en el pasado, el presente y el futuro. Si leéis en inglés y os interesan las abejas, esta novela os gustará.
Esta foto que parece un cuadro. Una maravilla.
¡Adiós, amigas!
Tres últimas cosas:
Esta semana he mandado no uno, sino DOS manuscritos a editoriales, ¿os lo creéis? Yo sí, porque lo he hecho. Deseadme suerte, o morid.
Decidle a una amiga vuestra que la queréis, y si eso, id a tomar algo con ella, o darle una llamada. Ya, esto es súper cursi. Lo siento. Hoy estoy cursi. Pero hacedlo, o MORID.
Os podéis imaginar qué toca ahora, ¿verdad? Seguro que sí porque sois listísimas. Exacto: COMPARTE ESTE BOLETÍN O MUERE.
Esta frase se la he robado a mi amigo Manu. Hola Manu, gracias por dejármela, te quiero.