Hoy, café con leche
Sobre mí, obvio, sobre pequeños y grandes caprichos. Mariana Enríquez, Forges, por qué leer y el repasito a un tal A. O. Y sobre mí otra vez.
Las cuatro y cuarto de un viernes, final de semana. Me pido un café.
Amiga, te lo reconozco: soy adicto al café. No puedo evitarlo. He basado mi socialibilidad académica y mi productividad personal en ese líquido asqueroso. ‘¿Y si me tomo otro café?’, ‘un café y me pongo’, ‘voy a por un café, ¿vienes?’, son frases comunes que puedes escucharme decir si pones micros en mi oficina.
Es fácil engancharse al café en España, donde es muy barato. Antes de mudarme al Reino Unido, el café solo estaba a menos de un euro. Un café con leche, 1.50. Puedes tomarte un par al día y no te arruinas. En el Reino Unido es muy diferente: el café con leche —o lo que ellos llaman latte— está a tres libras. Más del doble.
Solía tomarme una media de tres cafés en la universidad. Al día. Multiplica.
Bueno, ya multiplico yo: tres cafés de tres libras al día son 45 libras a la semana. Casi 200 pavos al mes.
Evidentemente, en mi nueva y precaria vida de estudiante doctoral, lo primero que me he cortado ha sido el café. Sigo tomando tres al día, pero ahora me los preparo yo con una repugnante cafetera francesa y café y leche que traigo de casa. Sabe a barro mojado, pero me da igual. Me cafeiniza, que es lo importante. Y me ahorro 200 pavos que necesito.
Y sin embargo, llega el final de semana. Viernes a las cuatro. He terminado de dar la última clase. Decido ir a la cafetería, pedirme un café de los buenos, de los que te prepara un barista. Me ha costado 2.70, un americano descafeinado con leche. Es mi pequeña recompensa por superar la semana. Me siento a escribirte. Mientras doy sorbos a este sagrado líquido y tecleo con la vista fija en la pantalla, me siento satisfecho y afortunado.
Es una mierda tener que racionalizarte los pequeños caprichos de la semana, pero tan importante como ahorrarte doscientos euros es aprender a derrochar tres, no sé si me explico. Gastarte el dinero cuando quieres gastártelo, y que te sepa a satisfacción y fortuna, es algo en lo que estoy trabajando.
Cuando tienes el dinero justo para pasar el mes y vivir, los pequeños —y los grandes— caprichos nos parecen una frivolidad. Y lo son. Y nos lo merecemos por estar currando como tontas toda la semana.
Ese es mi consejo semanal, amiga: gástate el dinero en un capricho. Cómprate ese libro. Pídete otro café. Vete de cena con tus amigas. Somos pobres como ratas, pero de vez en cuando podemos (y por qué no: debemos) darnos una alegría. Es verdad que así funciona ese sistema podrido, haciendo pensar que el pobre tiene poder adquisitivo. Es importante ser críticas con esto. Es importante recordar que el consumismo no es el camino de la felicidad.
Pero como la desmantelación del capitalismo no parece estar pasando por ahora, y a veces el autocuidado pasa por el desembolso inevitablemente, tú pídete el café con una magdalena y siéntate a descansar.
Mañana, más. Hoy, un café con leche.
📋 Las cosas caprichosas
Being John Malkovich, en Filmin. Una película de 1999 dirigida por Spike Jonze. Un titiretero fracasado descubre un túnel al interior de… John Malkovitch. Una ida de olla tremenda que he visto esta semana y te recomiendo.
He terminado Buscador de sombras, de Javier Negrete. Me ha gustado la historia que nos cuenta, el ritmo narrativo, la problemática de la novela (¡un mundo sin sueños!). No me ha gustado la violencia gratuita contra las mujeres, su fetichitación. Eran los 90, I guess.
Aun así, sigo leyendo a Javier Negrete, por cosas de tesis: estoy ahora con La mirada de las furias, premio Ignotus 1998. Llevo poquito, os voy contando.
¿Estás teniendo un mal día? Hazte castañas a la sartén. Sin duda el highligh de mi semana ha sido comer castañas asadas.
Este artículo, en el que se habla del club de lectura que ha estado leyendo Finnegans Wake de James Joyce durante 28 años. Para flipar.
La web SlidesGo, cuando quieres ponerte creativo con los PowerPoints.
La canción de la semana, una que me ha acompañado en mis rutinas de gimnasio:
📚 El capricho
La semana pasada, como te conté, estuve en Birmingham con mi madre. En algún momento nos refugiamos en una famosa cadena de librerías con nombre de agua y piedras y pasamos un rato allí. Era un edificio de seis pisos. En serio: seis pisos llenos de libros.
Naturalmente, y como excepción, tenían una sección (muy pequeñita) dedicada a libros en español. Y yo me hice con este, un pequeño capricho para recordar el momento:
Mariana Enríquez es una autora que me flipa, que sé que voy a leer en algún momento. Así que mi norma para no comprar libros no aplica aquí: ¿puedo leerme este libro pronto?
Sé que sí lo leeré pronto. Conocí a Mariana Enríquez con La hermana menor, un retrato de Silvina Ocampo, y a uno le queda claro el talento de la escritora cuando lo lee. Ser capaz de condensar una vida, hacer un retrato y una crónica en un espacio tan limitado, y hacerlo con esa capacidad narrativa, no es cosa menor. Con Nuestra parte de noche (Premio Herralde 2019) me terminó de conquistar: una obra faraónica, llena de referencias, que cuenta la historia de un padre y un hijo envueltos en una secta. Una novela de terror sobre la carga familiar en la Argentina de la dictadura. Fantasmas y oscuridad, y la voz inolvidable de Mariana Enríquez.
Las cosas que perdimos en el fuego es un libro de relatos, un formato que la Enríquez ha cultivado ampliamente pero que yo todavía no le he catado. Le tengo ganas. Tal vez lea uno esta noche.
✍ Apunta, Alberto
Es posible que hayas leído estas semanas cierta columna escrita por un tal Alberto sobre literatura escrita por mujeres. Algo sobre estar cansadas de ellas mismas. No pienso enlazar aquí el infame artículo. Búscalo tú, si te gusta sufrir. Cualquier voz que cuestione la literatura escritura por mujeres en público (como si fuera un género, o un formato, o algo que tenga un factor unificante más allá del género de la autora) creo que lo hace desde un desconocimiento o una llamada de atención de la que yo no quiero participar.
Pero aun así, no puedo no compartir el tremendo repasito que le han dado en el podcast Demasiadas mujeres esta semana. A partir del minuto 23. Disfrutadlo.
💭 El pensamiento
La viñeta que tengo colgada en la puerta de mi oficina:
Me gusta mucho por lo profundo y lo simple, por la pregunta que nos plantea: ¿por qué leo? La respuesta, para mí, es compleja y cambiante. Leo porque me gusta, porque me cuesta, porque me interesa, porque me atrevo, porque quiero vivir más vidas que la mía. Estos días, leo para estudiar, para conocer más cosas. Por todas estas razones y muchas más. Las que no he descubierto todavía.
¿Y tú? ¿Por qué lees? Te invito a preguntártelo. Si te respondes con sinceridad, tal vez te sorprenda la respuesta.
👋 ¡Adiós, amiga!
Gracias por leer desde el otro lado. Nos vemos el próximo domingo. ¡Que tengas buena semana!
Pero antes, tres últimas cosas:
Ahora que llegan los días en los que las macrocorporaciones quieren venderte cosas por no sé qué del Viernes Negro… recuerda comprar en negocios pequeños y locales.
No es un capricho si lo vas a usar. Y disfrutar.
Hazte un autorretrato. Da igual que no sepas dibujar. Dibújate.
Saludos, queirdo.
Una mención a Las cosas que perdimos en el fuego y también a Cómo ser John Malkovich: todo bien, pulgares arriba.