Escribo desde hace mucho tiempo, pero más en serio, como un trabajo, como algo a lo que me dedico, desde hace menos. En 2016 decidí abrirme un perfil en internet con el nombre de Eduardo Norte.1 Me creé un blog, ahora abandonado, y una cuenta de Twitter, en principio para comentar mis lecturas, tal vez en el futuro para compartir lo que escribiera. Lo hice todo con el nombre de Eduardo Norte.
—Pero Eduarda Norte, hija, a santo de qué te pusiste un seudónimo?? No tiene sentido!!!!!
Pues por vergüenza, amigas. Me daba vergüenza hablar de las cosas que realmente me interesaban, públicamente, con una foto de mi cara y a mis amigos de toda la vida. Pensaba que a nadie le iba a interesar lo que yo pensara, o lo que yo escribiera, o ni si quiera pensaba que lo que escribiera fuera digno de compartirse. La máscara que el seudónimo me proporcionaba me daba calma y seguridad, y con esa máscara empecé a escribir y publicar algunas cosillas.
En un principio quise mantener mis dos cuentas separadas, la personal y la literaria. Pero mi vida literaria fue invadiendo poco a poco mi vida personal, y yo cada vez tenía más problemas manteniendo a Eduardo Norte a raya.
Empezaron a llegar paquetes a nombre de Eduardo Norte al trabajo de mi madre, y la gente que conocía en Internet, mis amigos literarios, iban formando parte de mi vida cada vez más. Poco a poco mi vida real y mi vida de internet, Fernando y Eduardo, se fueron mezclando hasta que se hicieron indivisibles.2 Hoy rompo totalmente esta barrera: me llamo Fernando, y escribo con el seudónimo de Eduardo Norte. Respondo a los dos nombres.
He pensado mucho sobre si mantener a Eduardo Norte, o jubilarlo para siempre. Hoy ya no me da vergüenza hablar de lo que hablo, pero todavía quedan algunos restos enquistados. Todavía me da cierto pudor compartir lo que escribo en todas partes. Creo que eso es algo de lo que tengo que crecer. De hecho, este es el primer post que publico en Instagram.
Cuando la Editorial Cerbero me dijo que me publicaban el libro, tuve bastante claro que sería con seudónimo. Me gusta tener un seudónimo. Es como ser una drag queen, o un superhéroe. Una identidad secreto. Y hay algo en esa diversificación de la persona que me gusta mantener. Soy Fernando, soy Eduardo, soy satanás, soy la cenicienta.
—Eduardo, o Fernando, lo que sea. Esa es una mierda de reflexión.
Ya. En verdad solo os quiero vender mi libro. Que es este:
Como veis, ya me queda poca vergüenza. Cada vez menos.
Otros seudónimos.
En realidad, hay una multitud de autores y autoras que han publicado con seudónimo, y que de hecho se les conoce más por su sobrenombre que por su nombre primigenio. Clásicos ejemplos son:
George Orwell, seudónimo de Eric Blair.
Lewis Carroll, seudónimo de Charles Dodgson.
Pablo Neruda, seudónimo de Neftalí Reyes.
George Elliot, seudónimo de Mary Ann Evans.
Megan Maxwell, seudónimo de María del Carmen Rodríguez del Álamo Lázaro.
Entre muchos otros.
Pero hay un caso en concreto que me flipa. James Tiptree Jr. era el pseudónimo de Alice B. Sheldon (1915-1987), una autora de ciencia ficción estadounidense. Sheldon escribió toda su producción bajo seudónimo, primero el de James Tiptree Jr., que sacó de una marca de mermelada, y más tarde el de Raccoona Sheldon.
Al principio de su carrera, se refugió en el pseudónimo masculino. Comenzó a publicar y ganó cierta notoriedad en la comunidad friki gringa. Se sabía que “James Tiptree Jr.” era un pseudónimo, pero no se sabía quién estaba detrás. Creció el misterio alrededor de su persona, y se decía que el tal Tiptree debía ser un tipo muy serio, con un trabajo muy formal, tal vez agente de la CIA, o algo así. Se llegó a comentar que tal vez fuera homosexual, o incluso una mujer. Robert Silververg, otro afamado escritor de ciencia ficción, escribió:
Se ha sugerido que [James] es una mujer, teoría que encuentro absurda porque hay para mí algo ineluctablemente masculino en sus narraciones.
Imagínate la vergüenza de Silververg cuando se descubrió el pastel que, detrás del famoso nombre de Tiptree, había efectivamente una mujer. Patinaste, Robert. Sorry.
Pero, ¿por qué utilizó Alice el seudónimo de un hombre? Supongo que la respuesta fácil sería decir que un nombre masculino levantaba menos sospechas y facilitaba la publicación, pero Sheldon era una persona tan complicada que creo que no caben las afirmaciones sencillas. Ella no dejó de utilizar el pseudónimo cuando se descubrió su identidad, y de hecho, parece que le afectó. Sobre esto, escribió:
Tiptree era la masculinidad “mágica”, su pluma era mi polla. A través de él tuve todo el poder y prestigio de la masculinidad, fui –pese a ser una intelectual que envejece–, uno de los que son dueños del mundo. ¡Cómo detesto ser mujer! (…) Quiero poder, quiero ser escuchada (…) Y nunca lo tendré. Estoy acorralada en este cuerpo perverso de segunda categoría.3
La vida de Alice B. Sheldon, o James Tiptree Jr., fue interesantísima. Por su alto impacto en la literatura, por su historia con la salud mental, y por su, en palabras de Lola Robles, “transexualidad literaria”.4 Tuvo un final bastante trágico: acabó asesinando a su marido y suicidándose después, debido a un “pacto de suicidio” que habían acordado anteriormente. Tenía 71 años.
Hace poco, la editorial Crononauta publicó Una mirada a Alice B. Sheldon, que incluye varios de sus relatos más famosos y algunos apuntes biográficos sobre su persona.
Evidentemente, no puedo me identificar con Sheldon en lo que a seudónimos se refiere. Creo que usamos sobrenombres por razones bien distintas. Pero hay algo que le he leído que me llama la atención. Sobre su seudónimo, dijo: “por fin tengo lo que todo niño desea; una verdadera vida secreta”.
Y ahí sí que te entiendo, amiga Alice.
¿Quién no ha querido, alguna vez, tener una vida secreta?
Los tuits de la semana
Como siempre, te he hecho una recopilación de los mejor tuits de la semana. Los mejores que he visto yo, claro.
Los mejores de tuiter, pues no creo.
En fin, aquí están.
Una canción
Pa cuanto no te quieres putopillar pero te putopillas:
Venga, au
¿Sabéis que en mi pueblo, pa despedirnos, siempre decimos “au”? Es como una manera desganada de decir adiós. No sé si es una cosa valenciana, española, o qué.
En fin.
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En un principio iba a ser Eduardo del Hierro, que me parecía muy elegante, pero resulta que ya había un señor con ese nombre. Un diseñador de ropa, o algo así.
Contexto: Fernando es mi nombre real.
Fuente: "UN MOMENTO DE PURA ESENCIA: LA CIENCIA FICCIÓN DE ALICE SHELDON-JAMES TIPTREE JR.”
Fuente: ibid.