Desparramados por el universo
Sobre gente que se muere, gansos salvajes, Mary Oliver, Midnight Mass, y sobre MÍ, MÍ MÍ.
El 3 de enero de 2024, mientras estaba en la peluquería con el pelo embadurnado de una pasta grisácea, envuelto en papel film y con un gorrito muy poco digno, recibí una llamada. Era mi madre.
—La abuela se ha muerto.
—Ah, vale —fue lo único que pude decir.
No recuerdo qué le dije después, pero sé que no me pareció suficiente, porque inmediatamente después (el pelo todavía aplastado por el plástico, cocinándose poco a poco) la volví a llamar para decirle que lo sentía. Mientras la pasta grisácea me decoloraba el pelo, mandé un mensaje a mi hermano, a mi hermana, a mi pareja.
La peluquera volvió al rato, me lavó el pelo, reveló el amarillo plátano en que se había tornado mi pelo castaño. ¿Te gusta?, me preguntó. Sí, respondí. Era mentira. Me sentía idiota. Me quería ir a casa.
La concatenación de eventos que sucede a la muerte de un familiar se desencadenó inmediatamente: conversaciones sobre ritos funerarios (¿entierro o incineración? ¿cajón abierto o cerrado? ¿foto para la lápida?); velatorio y visitas de familiares y amigos; entierro; y después, un vacío, chiquitito, que parece que nunca se va a volver a llenar. La abuela se muere martes por la tarde y el miércoles a la misma hora ya está enterrada. Chimpún. Lo que viene después, de ti depende. En apenas un día, la vida ha cambiado.
Unas semanas después, un familiar cercano de mi pareja también falleció. No fue por sorpresa. Tenía una de esas enfermedades que se van haciendo un hueco en tu cuerpo. Desde hace un tiempo, esa enfermedad había tomado el control, y la muerte se hacía presente en la habitación, incómoda, inevitable, necesaria.
Fue mi primer funeral en Reino Unido. Aquí los eventos funerarios no se desatan con la inmediatez española. Entre la muerte y el entierro pasaron dos semanas. Buscaron una capilla, a alguien que oficiara la ceremonia, organizaron una pequeña cena para amigos y familia. Dos semanas de stand by, de reflexión y congoja, de preparación para la última despedida.
Entre entierro y entierro, tuve mucho tiempo para pensar en la muerte. No podemos vivir sin ella: es la cara de la otra moneda. Nos morimos para que otros puedan vivir. Formamos parte de una cadena inmensa, de cuerpos y hazañas. Estos días he pensado mucho en un diálogo de Midnight Mass (2021), la serie de Mike Flanagan sobre vampiros. Ya me impresionó mucho cuando la vi en su momento, pero en esta época de gente que se muere, he escuchado de nuevo este monólogo como un eco en mi cabeza:
When I die, my body stops functioning. Just, shut down. All at once or gradually, my breathing stops, my heart stops beating; clinical death. A little bit later – 5 whole minutes later – my brain cells start dying. But in the meantime, in between, maybe my brain releases a flood of DMT? ( a psychedelic drug that releases when we dream) So, I dream. I dream bigger than I have ever dreamed before, because it’s all of it – it’s the last dump of DMT, all at once. And my neurons are firing, I’m seeing this firework display of memories, imagination, and I am just…tripping. Really tripping balls. My mind is rifling through the memories, long and short term, and the dreams mix with the memories and…it’s a curtain call. It’s the dream to end all dreams. One last great dream as my mind empties the fuckin missile silos and…… I stop. My brain activity ceases and there is nothing left of me. No pain, no memory, no awareness of what I ever was. That I ever hurt someone. That I ever killed someone. Everything is as it was before me. And the electricity disburses from my brain until it’s just dead tissue. Meat. Oblivion.
And all the other little things that make me up, the microbes and bacteria and the billion other little things that live on my eyelashes, in my hair, in my mouth, in my skin and in my gut and everywhere else, they just…keep on living. And eating. And I’m serving a purpose. Feeding life. And I’m broken apart and all the littlest pieces of me are just recycled and I’m billions of other places. My atoms are in plants, bugs, animals and I am like the stars that are in the sky. There one moment and then just scattered across the god damn cosmos.1
Quiero dejar las religiones de lado, que cada una se apañe con sus propias creencias. Pero a mí me reconforta pensar en estas palabras. En lo que dejamos atrás cuando nos morimos. No solo un cuerpo que se descompone. También palabras, recuerdos, lecciones, fotos, libros, huellas… descampados en quienes alguna vez tocamos.
Pienso que eso es, en muchos casos, todo lo que importa. Vivir acompañados, cuidar y ser cuidados, tocar a las personas, dejar un legado de recuerdos y lecciones. Pienso en un montón de gente reunida para despedirse de alguien encuentro confort en pensar que de alguna manera así es como seguimos viviendo. En quienes nos recuerdan, multiplicados en cientos de momentos, células, plantas y animales.
Desparramados por el universo, en un ciclo que nunca se detiene.
📋 Las movidas muertas
Percy Jackson and the Olympians, en Disney Plus. Serie sencilla y corta, muchos clichés de la fantasía clásica y el viaje del héroe mezclados con mitología grecorromana. No te va a cambiar la vida, pero eh, está guay. Me despertó el sentido de la maravilla, la fascinación de lo fantástico
Por favor, escuchad Todo mal, especialmente el episodio de esta semana en el que hablan sobre antropofagia y canibalismo. Se preparan unos episodios alucinantes y escucharles es siempre un placer.
Ando picoteando libros de aquí y allá, pero estoy disfrutando mucho del experimento que es Laboratorio lector de Daniel Cassany. Experimentos científicos sobre la lectura que están cambiando la manera que tengo de leer. Ya os contaré.
Si, como yo, has visto la última serie de los Javis y has flipado, te gustará esto: Los Javis explican LA MESÍAS por dentro.
Esta canción. May we never forget el aserejé:
🌹 Un poemita
Este poema de Mary oliver se leyó en el último funeral al que asistí. Escucharlo leído de la boca de un familiar tuvo algo de curativo. Hoy, al rescatarlo para este Movidas, me he dado cuenta de la conexión con lo que acabo de escribir. The family of things. Pequeñas serendipias.
You do not have to be good.
You do not have to walk on your knees
for a hundred miles through the desert repenting.
You only have to let the soft animal of your body
love what it loves.
Tell me about despair, yours, and I will tell you mine.
Meanwhile the world goes on.
Meanwhile the sun and the clear pebbles of the rain
are moving across the landscapes,
over the prairies and the deep trees,
the mountains and the rivers.
Meanwhile the wild geese, high in the clean blue air,
are heading home again.
Whoever you are, no matter how lonely,
the world offers itself to your imagination,
calls to you like the wild geese, harsh and exciting
over and over announcing your place
in the family of things.
👋 Adiós, amiga
Me vas a perdonar el despliegue de clichés, amiga, pero cabe recordarlo una vez más: no pierdas el tiempo con cosas que no valen la pena; di a la gente que quieres que les quieres; no te despidas enfadada. Aprovecha el tiempo. Carpe diem, baby.
Tres cosas, las últimas:
Tomar menos café ayuda con la ansiedad. Ya, no he inventado la rueda, pero te lo recuerdo.
Hablando de café, el soluble no está tan mal. Cuando hay hambre no hay pan duro.
¿El mejor regalo? Una llamada de una amiga. Llama. A. Tus. Putas. Amigas.
Cuando muera, mi cuerpo dejará de funcionar. Simplemente se apagará. Todo a la vez o gradualmente, mi respiración se detendrá, mi corazón dejará de latir; muerte clínica. Un poco más tarde, 5 minutos después, mis células cerebrales comenzarán a morir. Pero mientras tanto, tal vez mi cerebro libere una inyección de DMT (una droga psicodélica que se libera cuando soñamos). Así que soñaré. Soñaré como nunca he soñado antes, porque es todo eso, es la última descarga de DMT, todo a la vez. Y mis neuronas se dispararán, veo este espectáculo de fuegos artificiales de recuerdos, imaginación, y simplemente estoy... viajando. Colocado. Mi mente revisará los recuerdos, a largo y corto plazo, y los sueños se mezclarán con los recuerdos y... telón. El sueño para poner fin a todos los sueños. Un último gran sueño mientras mi mente vacía los malditos silos de misiles y... me detengo. La actividad cerebral cesa y no queda nada de mí. Sin dolor, sin memoria, sin conciencia de lo que alguna vez fui. Que lastimé a alguien. Que alguna vez maté a alguien. Todo está como era antes de mí. Y la electricidad se dispersa de mi cerebro hasta que solo queda tejido muerto. Carne. Olvido.
Y todas las demás pequeñas cosas que me componen, los microbios y bacterias y las mil millones de otras pequeñas cosas que viven en mis pestañas, en mi cabello, en mi boca, en mi piel y en mi intestino y en todas partes, simplemente continúan viviendo. Y comiendo. Y estoy sirviendo un propósito. Alimentando la vida. Y me descompongo y todas las partes más pequeñas de mí simplemente se reciclan y estoy en miles de otros lugares. Mis átomos están en plantas, insectos, animales y soy como las estrellas que están en el cielo. Allí un momento y luego disperso por todo el maldito cosmos.
«Nos morimos para que otros puedan vivir.» ya que extrañábamos, querido Eduardo. Mi abuela murió cuando tenía 8 años, después la muerte me supo diferente, y desde ese entonces ya no le tengo miedo. Quede abandonado después que mi abuela se fue, un dolor que no se puede superar solo se vive con el por el resto de tus días. Te entiendo un montón. Por cierto, iré a Londres en septiembre, ojalá podamos coincidir. Un abrazo inmenso.
https://open.spotify.com/track/6BrfgV35h3NfTtIdMqhmFQ?si=fieZsJLUSZCKIIumICc-CA