Buscando la luz ✨
Sobre fracasar, sobre Pedro Lemebel, sobre buscar la luz y especialmente hoy, sobre mí.
Ayer por la tarde, mientras daba mi última clase de la semana, me llegó al teléfono ese correo que tanto había ansiado y temido, con las noticias sobre el resultado de mi beca doctoral. Llevaba ya unas semanas haciéndome a la idea, cada vez que lo pensaba: que no me la iban a dar, que era una beca muy competitiva, que era mejor buscarse un plan b… pero nada de eso me preparó para el vacío en el estómago que sentí cuando leí las primeras líneas del correo. I’m sorry to tell you that… no necesité leer más.
No quiero convertir esta pequeña cartita en una cabalgata de autocompasión. Estas lágrimas, me las lloro yo. No necesito compartirlas con nadie por medio de la palabra escrita, ni que nadie valide mi pena. De hecho, preferiría no estar escribiendo estas palabras. Preferiría ignorar esta cita que tengo con vosotras los domingos, sentarme en el sofá a leer, ver una película de mierda, pedirme una pizza, y sentirme miserable, un desgraciado sin suerte, hacerme un hueco en la oscuridad y quedarme aquí hasta que las obligaciones me arranquen de la cama el lunes. Tal vez lo haga, cuando termine de escribiros esto.
Pero he preferido negar esta narrativa, hacerme un té y escribiros las cosas como las siento, sin exagerarlas, sin creerme un desgraciado o un miserable y con la esperanza de que la sinceridad de mis palabras me lleve a luz. Os confieso, amigas, que estoy triste, decepcionado, como cuando juegas muchas horas a un videojuego y se te borra la partida de golpe. No sé describirlo mejor.
No es el fin del mundo. Sé que lo superaré, que acabaré encontrando el camino. Pero esta vida académica que llevo me va forzando poco a poco a tomar una decisión no quiero tomar: seguir trabajando en la universidad, sin beca, endeudándome y ganando poco dinero, o buscarme otro oficio, más o menos relacionado con lo que ahora hago. La precariedad o la incertidumbre. Menuda papeleta, como para no estar triste.
Aun así, quisiera escribiros palabras optimistas, algún mensaje luminoso. Quiero que este texto me lleve como un río a una conclusión alegre. Quiero buscar la luz a través de las palabras. Yo lo intento, pero no sé si me saldrá.
El mismo día que me dieron la noticia de mi pequeña tragedia, terminé de leer Tengo miedo torero, de Pedro Lemebel. Me encantó. Escrita con un lenguaje preciosista y casi barroco, cuenta la historia de ¿amor? entre la Loca del Frente y Carlos, un activista que organiza un atentado contra Pinochet en el Chile de los 80.
Es un clásico de la literatura homosexual —sea lo que sea eso— y tuvo significante repercusión internacional, siendo traducido a varios idiomas. Llegó a España a través de la Editorial Anagrama, y al parecer, tuvo un éxito templado y acabó descatalogado. Ha sido republicado hace poco por la editorial Las Afueras, y hoy en día, los ejemplares de Anagrama se venden por entre 200 y 400 euros.
Este es mi intento de luz en mi insignificante drama académico, la moraleja que os entrego: el valor de las cosas es mutable, a veces. Lo que un día parece no valer nada, al siguiente puede ser valioso.
A veces tengo la sensación (con la literatura, pero también con la academia) de que lo que escribo no vale nada, que me doy cabezazos contra un muro que no se va a venir abajo. Ejemplos como el de Lemebel me recuerdan que lo que un día parece inútil y vulgar puede resultar en algo valioso e importante, con el tiempo y con el cambio. Lo que un día parece un fracaso, al siguiente podría ser un éxito. Con eso me recuerdo que el trayecto de las palabras —y en este caso, el de los proyectos de doctorado (LOL)— es incierto y tortuoso, pero pueden llegar a lugares difíciles de predecir, luminosos, y memorables.
Y porque a eso venimos al mundo, amigas: a dar vueltas, a tener viajes, a buscar la luz.
📋 Las cosas luminosas
Me gusta mucho el blog de Ángel Valenzuela, el autor de Hacia las luces del norte (Editorial Dos Bigotes, 2018). Son un poco como entradas de diario, pero muy bellas.
Mi reflexión luminosa sobre Pedro Lemebel no la habría escrito de no haber escuchado este episodio de ¡Puedo Hablar?, donde hablan de las cosas que les apasionan. Recomendado.
Sigo en mi maratón almodovariano, y esta semana he visto La piel que habito. Una obra dificilísima, que reflexiona sobre la venganza y el género, sobre lo poshumano y el poder científico. Me gustó mucho, pero no sé si la recomiendo.
Ayer empecé a buscar la luz leyendo Todo va a mejorar, de Almudena Grandes. Espero que el optimismo del título no me decepcione, porque si no, volveré a la tumba de Almudena, pero esta vez no le dejaré un lápiz.
Una canción sobre buscar la luz:
🎨 El arte
Esta semana me he encontrado con la obra de Randall Lake, un arista estadounidense que tiene cierta fijación por los chicos guapos. También pinta paisajes, pero por lo que sea esos no os lo enseño.
Podéis curiosear sobre este señor en su página web.
👋 Adiós, amiga
Hoy estoy parco en palabras, me vais a perdonar. El plan que tengo es hacerme palomitas y ponerme una película simpática, alegre y luminosa.
Seguro que para cuando estés leyendo esto, yo ya estaré como una rosa.
Tres últimas cosas, muy banales:
Ponle pimientos picantes a la tortilla de patatas. Está rico.
Cómprale macetas bonitas a tus plantas. Es un coñazo, pero hacen gozo a la vista.
No feeling is final, amiga. Recordémoslo.
Buscando la luz ✨
Amiga, qué bien hilas (y qué abrazo más fuerte te mando para hacer frente a la Academia, no es mucho, pero qué menos).