Sobrevivir a un incendio
Te cuento la noche que sobreviví a un incendio. Sí, en serio. Foster Huntington, movidas.
Era la tarde del 26 de mayo. Yo estaba leyendo al lado de la ventana. Serían alrededor de las ocho de la tarde. El sol a esas horas empieza a despedirse y es en su movimiento descendente cuando se cuela por mi ventana. Ando terminando de leer Juglar, de Rafael Marín. Estoy en esa parte del libro en la que lo leo casi con ansias, quiero terminarlo ya. Me doy cuenta en algún momento que hay una multitud recogida fuera de mi casa, y todos miran mi dirección. Algo pasa, claro. Entones lo huelo.
No sé muy bien que pasa, así que salgo de casa para enterarme. En ningún momento pienso que sea algo serio. Debe ser que mi cerebro no está preparado para situaciones límite. En ese preciso momento podría haber dedicado un par de minutos en coger cosas que me solucionaran la vida en caso de que el incendio se llevara por delante mi apartamento. Cosas prácticas, no sé: el pasaporte, el portátil. No cojo nada de eso porque doy por hecho que podré regresar cuando quiera. Solo las llaves y el móvil.
Cuando salgo y me uno a la marabunta de curiosos compruebo que, efectivamente, hay un incendio al lado de mi casa. Si vivo en el número 23, el incendio es en el 19. De la ventanuca que da a la calle sale un humo generoso, pero no veo fuego. Al parecer, el incendio se está dando en la parte trasera de la casa, desde la calle no podemos verlo. Eso sí, oler, huele a fallas. Como valenciano, no tengo una referencia más precisa. Lo siento por el cliché.
Apenas un minuto después de que saliera, la policía y los bomberos precintaron la calle. En concreto, el segmento de la calle donde vivo. Entonces eran las nueve de la noche. No podría volver a entrar hasta pasada la una de la madrugada. Durante todo ese tiempo, observé con una mezcla de curiosidad y miedo como un equipo bien nutrido de bomberos apagaban un incendio que no podía ver.
Mandé sendos audios a mi amigo Manu y a mi familia explicando la situación, cambiante e incierta. Quién sabe si me dejarían volver a entrar al apartamento, y cuándo. Tal vez tendría que pasar la noche fuera. Qué coño, tal vez se me quemara la casa. Y yo no había cogido más que las llaves y el móvil, movido por un impulso cotilla que, aunque podría haberme haberme salvado la vida, me condenó al aburrimiento durante las horas que duró el incendio.
Ya ves qué tontería: todo lo que deseé salvar del incendio que podría, potencialmente, arrasar con mi vivienda, fueron mi portátil, mis auriculares, algún que otro libro, y un par de fotos. No sé qué dice eso sobre mis prioridades y mi estilo de vida, pero ahí queda eso, una confesión embarazosa y honesta.
A la una de la noche, un simpático policía me informó que podía volver a mi apartamento. Me preparé un bol de palomitas (demasiado tarde para cocinar nada), puse un episodio de una serie y di el día por concluido. Al día siguiente, al levantarme, vi por primera vez los restos del incendio.
De toda esta extraña experiencia saco una serie de conclusiones:
La primera es sencilla y estereotípica, pero algo que creo que me conviene recordar: siempre hay alguien que está peor que tú. Después del incendio, mi vida siguió tal cual. Una anécdota más a mi colección, una noche de estrés, un nuevo miedo desbloqueado. Nada grave. Y sin embargo, esa habitación negruzca que ahora veo desde mi ventana pertenece a alguien, albergó alegrías y disputas, ilusiones y fracasos, quién sabe si toda una vida.
La segunda reflexión también es estereotípica, también es importante: podría haber sido mucho peor. Imposible no acordarme del incendio de Valencia, o de los muchos incendios forestales que vivimos el verano pasado. Tuve suerte, yo y todos. Un día de calor, otro tipo de construcciones, y el barrio entero podría haber ardido. Podría haberse perdido más que un apartamento, más de una vida. Podría haberme pillado el incendio echándome una siesta, o leyendo en la ventana. Podría haber visto toda mi vida arder en un instante. Al día siguiente no lo pensé, pero lo pienso ahora: debería haber hecho una fiesta por la bala esquivada. Las chicas cuyas casa ardió, probablemente también.
La última reflexión tiene que ver con algo que le comentaba a mi madre por teléfono anoche: en realidad, tampoco habría perdido tanto. Si el fuego se hubiera llevado por delante mi pequeño apartamento en Gales, habría perdido mi portátil, con algún que otro documento importante, el pasaporte (renovarlo desde el Reino Unido debe de ser un coñazo), algún libro firmado, alguna foto a la que tengo cariño. Poca cosa. Lo importante lo llevo siempre conmigo, o está en la nube. Vivo ligero. Tal vez, incluso me lo habría tomado como una señal y hubiera tomado alguna decisión impulsiva, esas que son como volantazos que te cambian la vida. Tal vez me hubiera ido mejor. Quizás me hubiera hecho un favor. A veces las tragedias esconden milagros y el fuego se lleva por delante las cosas de las que uno no puede deshacerse.
📋 Las movidas incendiadas
Criminopatía, el podcast. True crime que investiga con parcialidad y sin morbos crímenes de todo el mundo. La voz de Clara Tiscar, la persona detrás del micro, es un regalo.
Monarch, la serie. Es una mierda, pero es una mierda entretenida. Forma parte del monster-verse, el universo de Godzilla y King Kong.
Juglar, Rafael Marín. Novela de fantasía + novela picaresca. Está guay. Mis opiniones no pedidas.
Leyendo ahora: La mirada extraña, de Felicidad Martínez. Ciencia ficción con una perspectiva bastante interesante. Llevo poco, pero por ahora me está gustando mucho.
Me gustan mucho las tiras cómicas de Niña pija, el personaje de Guille Martínez-Vela, una crítica satírica de la clase alta española. Tenéis alguna muestra en su web, como por ejemplo:
No exagero si te digo que esta versión maquinera de La gata bajo la lluvia me ha cambiado un poco:
💌 Qué te llevarías tú
Resulta que el fotógrafo Foster Huntington empezó a preguntar a la gente qué salvarían de sus hogares en caso de incendio. Con las fotos hizo un libro. Podéis ver algunas aquí. Creo que hay una reflexión que hacer aquí sobre lo material y lo personal, pero me abstengo. Te dejo las reflexiones a ti, amiga.
Lo que me salvaría yo de un incendio lo tengo claro, después de haber pasado el fin de semana que pasé. Por si tienes curiosidad, es esto: Unas gafas de repuesto, los auriculares, la cartera, una foto de un fotomatón con Oscar, el pasaporte, la tablet (donde leo), el portátil, las Obras incompletas de Gloria Fuertes que perteneció a mi madre, y una libreta de cuero con mis iniciales (fue un regalo).
👋 Adiós, amiga
Como dijo Taylor Swift: not a lot going on at the moment. Solo que en mi caso es verdad. Nos vemos la semana que viene. Un abrazo.
Las tres cosas:
Deja para mañana lo que no quieras hacer hoy. Que le den por cu a la productividad. Procrastina.
Es posible que estés equivocada. No pasa nada. Solo contempla la posibilidad y actúa en consecuencia. Tú sabes a qué me refiero.
Nada más, un beso.